martes, 26 de enero de 2010

El ciego

Había sido ciego toda su vida. Nunca había visto el mar, ni el cielo. Aunque sabia que ambas eran azules, el no sabia que era el azul. Por qué, ¿Cómo explicas a alguien como es el azul? ¿Cómo es el mar? ¿Cómo es el cielo? Si nunca lo ha visto. Podríamos decir: “El cielo es algo inmenso, azul, con un montón de nubes“. Pero luego, tendrías que explicar que es el azul, o que son las nubes. Y explicar alguna de ellas te llevaría a explicar otra cosa. Nunca sabría que es lo que nosotros vemos. Y nosotros, nunca sabremos que es lo que ellos sienten. Por qué, piensen un momento. ¿Cuántas personas dan importancia a lo que ven? ¿A cuantas cosas de tu alrededor das importancia? ¿A cuantas cosas el, crees tú, que dará importancia? Yo estoy seguro, que el le importara mucho ver como es el mundo. ¡Debe ser tan grande su deseo! Pero nosotros no llegamos a darnos cuenta de esto, ni siquiera yo, creo que sea consciente.

Había sido ciego toda su vida. Nunca había visto cosas que nosotros podemos llegar a hablar durante años. Nunca había visto cosas que en ningún momento nos llamaron la atención. Simplemente, se había dedicado a vivir. Intentando crearse una idea de su alrededor. Intentado dibujar, cada una de las partes, de este enorme mundo, que ignoramos. Así era su vida. Así había sido. Y así seria. No le quedaba otra opción, que aceptarlo. Pero de pensar, todas las cosas que se ha perdido, me entra la pena. De pensar, todas las cosas que se esta perdiendo me entra la amargura, y de pensar todas las cosas que se perderá me entra la pesadumbre. Y aun así se, que no siento dolor por esa persona. Y que, posiblemente las razones de mi pesar sean otras.

Había sido ciego toda su vida. Se había perdido como sentir el amor, algo que ignoro. Se había perdido, el disfrutar de las alturas, o el de tenerles miedo. Se había perdido el tenerle terror a la oscuridad, ya que estaba rodeado de ella. Por que, como saber cuando acaba el día, cuando empieza la noche. Cuando se pone el sol, o cuando sale. Ningún gallo, le va a decir cuando sale el sol. Nadie le va a decir, como es el sol, o como viene y se va. Nadie le va a decir, como es la luna, o como cambia para dejar de ser redonda. Por que aunque se lo digas, el no lo sabrá. Algo, que puedes llegar a contemplar, el nunca podrá. Pero supongo, que no podemos ser consecuentes de eso. Supongo, que no llegaremos a comprenderlo nunca. Supongo, que somos demasiado ciegos. ¿Que irónico, verdad?


Azul: Del color del cielo sin nubes: mar azul.
Mar: Masa de agua salada que cubre gran parte de la superficie terrestre
Cielo: Espacio en el que se mueven los astros y que por efecto visual parece rodear la Tierra
Nube: Masa de vapor de agua suspendida en la atmósfera
Sol: Estrella luminosa, centro de nuestro sistema planetario
Luna: Satélite natural de la Tierra

Había sido ciego toda su vida. Así que, ¿Qué significaban para el estos términos?

martes, 19 de enero de 2010

Mundos

Cierta vez desperté en un lugar totalmente nevado. Me levanté del suelo y comprobé que me encontraba entre un montón de rocas de picos enormes y puntiagudos, como si se tratara de volcanes de tipo peleano, o de una especie de malpaís gigantesco y lleno de nieve en el que me encontraba presa. En aquel lugar, había muy pocos y diminutos espacios llanos en los que casi ni se podía acostar uno, a cada metro de distancia ya había enormes rocas puntiagudas e irregulares de distinto grosor y tamaño, pero lo más raro fue que aquel lugar se encontraba alumbrado por una especie de atmósfera de la que venía una luz blanca como la nieve que no parecía provenir de ningún lado. Decidí trepar una de aquellas puntiagudas y enormes rocas para ver que podía divisar desde lo alto. Lo único que pude divisar fue una explanada de rocas irregulares, puntiagudas, nevadas que se extendía hasta donde mi vista conseguía alcanzar. Luego quise fijarme más detenidamente en aquellas rocas. Quería acordarme de lo que me había pasado, no recordaba nada de nada. Era como si me hubieran lavado el cerebro. Fijándome en aquel lugar, vi que en algunas de aquellas rocas había pequeños recovecos rectos en los que una se podía sentar. Pero lo más raro fue que en cada recoveco había muchísimas columnas de algo que parecían periódicos. Intrigada bajé de la roca en la que me encontraba para ir a ver de qué se trataba. Ya había bajado. De pronto una mala sensación invadió mi cuerpo, y sin más me puse a correr hacia donde quería ir. Me perseguía una especie de lobo monstruoso que tenía más colmillos que cara, asustada subí por aquella roca lo más rápido que pude. De una manera fuera de lo normal trepé hacia arriba y llegue a aquel recoveco enseguida. Desde allí veía como aquel ser intentaba subir para cogerme, pero no conseguía escalar. Pronto se rindió y se fue. Después de aquel susto, solo suspire, pensé “no sabía que tenía ese instinto de supervivencia tan aflorado”. De lo que estaba segura era de que ya no tenía ganas de bajar. En aquel lugar debía de haber más seres de su especie, y que no era nada seguro volver a bajar. Ya estaba arriba, y antes de nada quise ver que era aquello que había divisado antes. Se trataba de una pila de periódicos muy antiguos, viejísimos desde antes de que pudieran nacer mis padres. Era algo extraño, en todos ellos había fotos de una persona idéntica a mí a la que la gente perseguía: científicos, políticos, hasta incluso asesinos, y yo, yo seguía sin acordarme de nada. El miedo me podía, no podía comprenderlo. Pero más extraño aún que verme reflejada en las fotos, era que en los textos siempre y repetidas veces aparecían intercaladas y sin formar parte del texto, palabras que me aterraban, palabras como: ESTÁS MUERTA, MUÉRETE, VAS A MORIR, MORIRÁS. Era como si alguien quisiera comunicarse conmigo de alguna manera. Guiada por el miedo y sin saber muy bien por qué, pegué un grito. Entonces vi en el cielo, fijándome más detalladamente, como una especie de luz se acercaba y se iba haciendo cada vez más y más grande a toda prisa. Cubriendo todo el cielo que mi vista podía divisar. Bajé todo lo rápido que pude y corrí sin más, sin saber a donde iba ni que buscaba, no miraba al cielo, solo corría…, corría. Hasta que encontré un cuarto subterráneo en el suelo nevado y sin pensar en nada me metí y cerré la puerta. Dentro estaba todo negro. No se veía ni se escuchaba nada, pero yo solo estaba pendiente de saber si había pasado algo fuera. No me atrevía a abrir y entonces volví a escuchar un ruido, pero esta vez era dentro de aquel cuarto… Noté algo y ya no volví a respirar ni a sentir.