lunes, 1 de diciembre de 2008

Aventura en el Perú




Esta historia que os voy a narrar ocurrió en el mes de agosto, un grupo de amigos viajábamos con destino a las islas Hawai, eran las vacaciones de nuestras vidas y todos estábamos contentos y con ganas de llegar pues eran ya varias horas de vuelo y el cansancio hacia presencia en todos, sobrevolábamos ya la selva amazónica y no paramos de admirarla pues era gigantesca y daba la sensación de que tenía todo por explorar, pero cuando nos dimos cuenta estábamos en medio de una tormenta, todos nos asustamos y nos temíamos lo peor y así ocurrió, un rayo nos alcanzó, el piloto perdió el control y nos estrellamos.
Cuando me levanté lloviznaba intensamente y me dolía mucho la cabeza miré a mi alrededor y vi fragmentos de avión por todas partes, busqué y encontré varios cadáveres de los pasajeros que nos acompañaban, me acerqué a otros que parecían muertos pero no lo estaban, sólo estaban inconscientes, eran mis amigos y estaban bien sólo algo heridos, aunque uno de ellos tenía la pierna rota. Nos alejamos de allí y construimos un refugio con los restos del avión, enterramos lejos de allí a los otros pasajeros, buscamos comida y medicinas e hicimos una hoguera. Aquella noche debido al cansancio dormimos profundamente…
A la mañana siguiente, recogimos todo y nos dispusimos a caminar y explorar para intentar salir de allí, caminamos varias horas, era mediodía y el sol calentaba mucho, estábamos sedientos y decidimos parar para buscar agua, buscamos por los alrededores y encontramos un río donde bebimos y llenamos las cantimploras, mientras yo lo hacía miré a la cascada y vi algo que brillaba detrás de ella, bajé cerca de la orilla del río y me tiré dentro de ella, cuando la crucé y me encontré al otro lado, busqué aquello que brillaba y no era otra cosa que una máscara funeraria inca, me asusté y llamé a mis amigos, después de un rato, nos encontrábamos todos al otro lado y buscamos por allí más restos incas, buscamos y buscamos y, detrás de una roca encontramos un sepulcro inca, los cadáveres estaban bien conservados y enterrados con sus pertenencias, aquello era muy interesante pero decidimos salir de allí e intentar llegar a la civilización, pues habían supersticiones de que si profanábamos una tumba el dios Sol nos condenaría a sufrir toda la vida.
Caminando se nos hizo de noche, pero decidimos seguir caminando orientándonos con las estrellas. Pasaron dos horas más y seguíamos caminando, cuando, de repente, escuchamos un crujido cercano, acompañado de varios gritos de guerra, nos asustamos y salimos corriendo, pero a la vez que lo hacíamos sentíamos que aquello que había gritado nos seguía cada vez más de cerca, llegamos a un descampado pero no veíamos nada hasta que tropezamos con un escalón y resulta que estábamos ante una pirámide escalonada, entramos para refugiarnos de ellos y esperamos despiertos hasta que amaneció.
Cuando amaneció, oteamos el horizonte y vimos un pueblo que parecía atacado, nos acercamos hacia él y hablamos con la población, nos dijeron que una tribu enemiga los había atacado, nos preocupamos pero decidimos ayudarles a reconstruir el pueblo y a hacer frente a sus enemigos, nos dieron de comer y beber y aguardamos hasta la noche…
Cuando anocheció llovía y hacía frío pero estábamos preparados para hacerles frente, escuchamos gritos y un grupo de ¡¿Caníbales?! nos atacó, vestían un taparrabos hechos con hojas de palmeras, estaban llenos de anillos, pulseras y collares hechos con huesos humanos, parecían locos pues tenían los ojos rojos y parecían mucho más agresivos de lo normal, luchamos toda la noche y, cuando amaneció, sólo quedamos nosotros vivos, contentos por haber sobrevivido pero tristes por haber perdido a los habitantes del pueblo que nos había ayudado caminamos y al mediodía llegamos a un pueblo llamado Iquitos, ellos nos llevaron a la capital, Lima, desde allí regresamos en avión hasta nuestro querido país, España. Todos coincidimos en que aunque no habíamos llegado a Hawai, estas fueron las vacaciones más emocionantes y raras de nuestras vidas.
Garbo

El traumático accidente de la selva.



El traumático accidente de la selva.
Un avión de Spanair salía de Madrid hacia Brasil. Todo iba bien hasta que el avión, cuando pasaba por la selva amazónica, comenzó una fuerte tormenta, los tripulantes no veían nada y ahí fue cuando empezó el miedo, el avión daba vueltas de campana. Todos estaban aterrorizados y ahí fue donde le comunicaron a los pasajeros que tenían que aterrizar de emergencia. El piloto buscó un claro en la selva para poder aterrizar cuando ya lo había visto, empezó a bajar pero las fuertes turbulencias hicieron que se estrellaran contra los árboles.
Hubo algunos muertos, desmayos y heridos. Al llegar se encontraron con una escena horrible uno de los motores del avión estaba echando humo. Había serpientes, cocodrilos, iguanas, monos, pájaros. Algunas personas fueron a dar una vuelta, cuando se dieron cuenta estaban rodeados de serpientes venenosas, mordió a varias personas y fallecieron desgraciadamente. Uno de los que sobrevivió fue a decirle a sus compañeros todo lo que había sucedido, pero cuando llegó había ocurrido algo terrible todos estaban muertos con mordeduras de leones, a uno le faltaba un brazo y la mitad de la pierna, a otro le faltaba la cabeza, no había ningún superviviente, no se podía creer todo lo que estaban viendo.

Aparecieron los caníbales para hacerle la vida imposible al único superviviente, él iba caminado tranquilamente cuando los caníbales le lanzaron un dardo en la espalda y lo dejo inmóvil en el suelo, lo agarraron y se lo llevaron a su cabaña para poder meterlo en una olla y cocinarlo, pero los caníbales se fueron a buscar unas cerillas para prender la leña y en ese momento él aprovecho para escaparse, pero estaba tan herido que solo camino unos metros, y lo volvieron a coger para ya cocinarlo, una vez cocinado empezaron a comérselo como desquiciados esa escena era ¡¡¡ horrible!!!
Carol

Viaje en avión






Viaje en avión
Estábamos en el avión, de repente empezó a haber turbulencias, había mucho viento y el avión se estrelló contra unas altas rocas, solo sobrevivimos seis personas. Como estábamos solos, decidimos ayudarnos unos a otros. Empezamos a caminar pero como estábamos cansados empezamos a montar unas casetas con palos, hojas de palmeras y otros árboles. Algunos llevábamos comida y mantas y con eso nos remediamos esa noche. Al despertar fuimos a buscar leña, comida y a ver si había más gente o si estábamos solos. Algunos encontraron plásticos y los utilizamos para no mojarnos en las casetas, otros encontraron comida (mangos, cocos…), uno de los más valientes cazó tres jabalíes. Nos dimos cuenta de que algunos llevábamos móvil, empezamos a llamar pero no había cobertura, no había nada que hacer sino esperar y sobrevivir como podíamos. Entre los sobrevivientes había una pareja, la mujer estaba embarazada pero con el golpe perdió al bebé, estaba triste pero entre todos la ayudamos y se animó a salir a caminar. Mientras caminaba se encontró con una tribu que hablaba en español, ella les contó todo lo que había pasado pero no la creyeron, ella los llevó a donde estábamos y al vernos allí nos dijeron que tuviéramos cuidado porque había una tribu caníbal. Todos nos asustamos pero ellos nos dieron un bebedizo para que no nos olieran. Pasaron varias semanas y nos quedábamos sin comida, fuimos a cazar, y volvimos con bastante comida. Al lado de donde estábamos había un río, construimos una especie de caseta como baño y nos bañábamos por turnos. Uno de los hombres se enamoró de la mujer que había perdido a su hijo, Lucía, y decidió apartarla de su marido, lo consiguió. Esos dos hombres, David y Manuel, tenían peleas constantes pero al final se acabaron porque Manuel se enamoró de otra del grupo, Ana. Decidimos ir al avión para ver si conseguíamos algo, pero no encontraron nada, volvieron a las casetas y se encontraron con uno de los chicos muertos, era Manuel, Lucía y David no se alegraron de su muerte pero tampoco se pusieron tristes, simplemente lo pasaron. Solo quedábamos cinco, Lucía, David, Marco, Ana, y yo, María. Era de noche, preparamos la cena, comimos y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, fuimos Marco y yo a buscar a la tribu que hablaba español para que nos diera más bebedizo y cremas para que los caníbales no nos olieran. Nos lo dieron y nos fuimos, de camino a las casetas cogimos comida, fruta… Estábamos aburridos y nos fuimos a bañar en el mar, era un día de verano y los mosquitos no paraban de picar, Marco llevaba crema para los mosquitos y nos dijo que nos pusiéramos, pero poco para que durara lo suficiente. Poco a poco fuimos aprendiendo a preparar las cremas y bebedizos para que no nos olieran los caníbales y la crema para los mosquitos. Las cremas y los bebedizos ya no funcionaban, los caníbales sabían que estábamos ahí. Empezamos una lucha por la supervivencia, pero vimos que si estábamos unidos, nos sería mucho más fácil la supervivencia. Fuimos mejorando nuestras cremas y bebedizos pero no dieron resultado. Decidimos que matarlos era la mejor opción, y así lo hicimos. Cada noche salía uno, y mataba los que podía, aprovechábamos que estaban dormidos y que por mucho ruido que hiciéramos no se despertaban. Los matamos a todos y los fuimos almacenando para comerlos en caso de que no encontráramos nada que comer. Íbamos haciendo sal, aprovechando que teníamos el mar al lado y pusimos los cuerpos en la sal para que no se echaran a perder. Cada vez caminábamos más e íbamos encontrando nuevas guaridas. Decidimos cambiarnos de lugar, pero que estuviera cerca del mar para que no nos faltara la sal. Poco a poco la isla era más nuestra que de las tribus que allí habitaban. Cada sitio que habíamos dejado, estaba perfectamente limpio, cuidado y lleno de flores. La tribu que nos había proporcionado las cremas y los bebedizos, poco a poco se fue muriendo y no los guardamos, porque como tenían comida suficiente, la cogimos para nosotros. Esa cueva donde ellos vivían, la picamos y la convertimos en un cementerio. Encontramos metales y lo transformamos en monedas, íbamos encontrando cosas y fuimos inventando teléfonos que funcionaban sin necesidad de cobertura, llamamos a nuestros familiares y les dijimos que estábamos en una isla que estaba un poco abandonada y que poco a poco la fuimos arreglando y ya sirve para vivir. Fuimos construyendo casas y tiendas por si llegaban turistas, nuestros propios familiares… nos hicimos ilusiones y poco a poco fue llegando gente. Nos conocían en todo el mundo por haber poblado una isla. La llamaron Isla Perdida, no porque estuviera perdida, sino porque no se sabía de su existencia hasta que llegamos nosotros. Nos faltaban muchas cosas, el aeropuerto, el muelle, hoteles… teníamos casas pero llegaban más turistas de los que cabían y como la isla está cerca de España, el gobierno nos fue dando el dinero suficiente como para ir construyendo lo que nos faltaba. Terminamos de construir todo, pusimos Internet, nos regalaron ordenadores portátiles, pero como no le cogimos miedo a los aviones estamos aquí en Jamaica pasando unas vacaciones y contando nuestra historia.
Xiwawa

domingo, 30 de noviembre de 2008

Ongs y tribus



Todo ocurrió el día 10 de marzo del año 2002 cuando el vuelo de Spanair era destinado a El Congo, viajaban muchas personas voluntarias de varias ONG para ayudar a algunas tribus. Cuando no faltaba mucho para llegar el avión se estrelló y cayó en la selva de África. Muchas personas de las que viajaban en el avión fallecieron y solo sobrevivieron unas cinco personas. Las cinco personas que sobrevivieron estaban traumatizadas por el suceso que acababan de presenciar.
Todos se decidieron a buscar ayuda por aquel lugar aunque estaban desorientados y estaban casi seguros de que no encontrarían ayuda no se dieron por vencidos, caminaron mucho hasta que llegaron a un lugar donde vieron unas extrañas figuras muy grandes, muy asustados porque habían oído hablar de tribus salvajes se escondieron detrás de unos matorrales para observar si habían personas que les pudieran ofrecer ayuda, aun sabiendo que aquellas personas podrían provenir de una tribu salvaje. Al rato vieron a unas cuantas personas medias desnudas que estaban hablando, ninguna de las cinco personas allí presente entendía su idioma, pero por la expresión de sus caras entendieron que estaban enfadados…

Cuando las cinco personas se dirigían a marcharse de aquel lugar escucharon a los indígenas gritando como si hubieran descubierto algo... Los descubrieron a ellos, las cinco personas muy asustadas echaron a correr por temor a que los indígenas les hicieran daño. Los indígenas salieron corriendo detrás de ellos, eran muy veloces. Cuando de repente una de las personas tropezó con una piedra y se cayó, las otras cuatro personas la intentaron ayudar pero no llegaron a tiempo, los indígenas la habían atrapado. Siguieron corriendo desesperadamente hasta que vieron una par de canoas y se subieron en ellas para poder huir. Después de tanto remar fue cuando vieron acercarse una avioneta y les hicieron señas. Por suerte la avioneta iba muy cerca y los vio. Al final los rescataron y los llevaron de nuevo a su país.
Valis

Una de caníbales:


Un día me encontraba leyendo una revista de viajes y decidí irme a la isla Mauricio con mis amigos. Empecé a preparar la maleta desde que saqué los pasajes.
El día que me iba a ir, llegué al aeropuerto a las siete y media. Mis amigos ya me estaban esperando. Nada mas llegar fuimos a comer algo hasta que se hiciera la hora de salir. Todos estábamos muy ilusionados con el viaje.
Mas tarde subimos al avión. El viaje iba a ser muy largo. Yo estuve la mayoría del viaje hablando con mi amigo, Juan, hasta que hubo un momento que nos quedamos dormidos. De repente nos despertó un ruido, era una tormenta. El avión se empezó a mover bruscamente, todos los pasajeros estaban asustados. No recuerdo muy bien lo que sucedió después. Solo me acuerdo de que desperté en una selva, miré hacia los lados y solo veía cadáveres pero ninguno era de mis amigos. Intente levantarme pero no podía, entonces grité muy asustado a ver si había algún superviviente. De repente apareció Juan con una gran herida en el brazo, pero aun así me pudo ayudar a levantarme. Le pregunté desesperadamente que si sabia donde nos encontrábamos pero el no tenía ni idea.


Decidimos buscar ayuda. De repente escuchamos unas voces… eran nuestros amigos. Todos tenían varias heridas pero ninguna era grave. Se asombraron bastante al ver que estábamos vivos, nada mas vernos nos dieron un fuerte abrazo. Eduardo, uno de nuestros amigos, nos dijo que creía que estábamos en la selva de Nes, una selva en la que estaba llena de caníbales. Todos nos asustamos, pero aun así decidimos ir a buscar comida por que no sabíamos cuanto tiempo íbamos a permanecer allí. Estuvimos toda la mañana buscando algo de comida pero no encontramos nada. Así que se nos ocurrió buscar un palo y una liana para hacer una caña de pescar. Pescamos tres peces.
Al anochecer encendimos una pequeña hoguera sin saber el peligro que estábamos corriendo. Mientras estábamos comiendo se escucharon unos ruidos detrás de unos árboles, eran los caníbales. Salimos corriendo nada mas oírlos, nos dirigimos hacia una pequeña cueva que había a diez metros de nosotros, Eduardo de repente se tropezó con un tronco de un árbol. No pudimos hacer nada, los caníbales ya lo habían atrapado.
Juan junto a los amigos llegaron a la cueva sanos y salvos. Permanecieron dentro de la cueva hasta el día siguiente. Por la mañana salieron con cuidado por si los caníbales seguían allí. No había rastro de ninguno. Nada más salir fueron a buscar ayuda desesperadamente pero no encontraban a nadie que les pudiera ayudar. Pasadas unas horas Juan y sus amigos encontraron una playa. Uno de sus amigos se acercó a la orilla. A lo lejos vio un barco. Todos muy contentos se pusieron a hacer señas. Los que iban en el barco los vieron y fueron en su ayuda.
Todos llegaron a sus hogares con sus familias menos Eduardo…
Mónica

La premonición del vuelo 666:


La premonición del vuelo 666.

Era una tarde de junio, y los chicos del Colegio Higgstyoff se estaban preparando para un viaje de fin de curso. Al que iban todos casualmente, Ricardo uno de los chicos del curso de cuarto de la ESO estaba bastante preocupado por el viaje que iban a tener, ya que era muy lejos. Durante esa tarde el destino le envió mil advertencias de que ese vuelo iba a ser una tragedia, pero Ricardo no capto las señales, mientras en su cuarto todo daba advertencias de que no fuera a ese viaje, el sin hacer caso siguió preparando la maleta. Se acostó a dormir sin dejar de pensar en el viaje, y cuando su conciencia lo invito a pensar en lo peor que le podía pasar, el decidió dormirse y no pensar nada más. Mientras dormía, el cuarto seguía sin parar de enviar señales, cuando el despertador sonó extrañamente lo miró y ponía 666 (el número del vuelo que le esperaba) cuando volvió a mirar descubrió que el reloj tenía la hora 6:36 de la mañana. Pensó que su reloj estaba mal o que era producto de su imaginación y decidió prepararse, coger la maleta e irse a su esperado viaje, se despidió de sus padres y se fue al aeropuerto. Era la hora de embarcar por la puerta 6, le dio sus papeles y se subió al avión, todos sus compañeros estaban felices, riéndose, haciendo bromas, y molestando a la gente que estaba por los alrededores. Ya en el avión se dejó dormir ya que tenía algunos problemas y lo estaban reparando, mientras lo arreglaban Ricardo estaba teniendo un sueño pero en realidad era una premonición de lo que iba a ocurrir en el momento del despegue.


Ya era la hora de empezar el viaje, el mientras se despertaba empezó a ver que lo que pasaba en el sueño estaba ocurriendo en ese instante, estaba pasando todo igual pero a un había tiempo no habíamos empezado ni siquiera a despegar. Ricardo no lo pensó ni un momento, empezó a decirle a todos sus compañeros que iba a ver una catástrofe que se bajaran del avión, ninguno le hizo casó lo único que hicieron fue reírse de él. Como él tuvo un ataque de pánico y no lograban tranquilizarlo decidieron suministrarle un calmante contra su voluntad, no querían que la gente se alarmase y se quisiera bajar del avión. Solo una chica llamada Andrea decidió bajarse, los demás permanecieron sentados con algo de miedo pero sin querer admitirlo, el avión empezó a despejar iban a unas islas cercanas al caribe. Al principio la gente al ver que no pasaba nada empezaron a reírse y a tranquilizarse, pero poco a poco, notaron que se iba moviendo demasiado el avión, cada vez iba a mas empezaron a caerse las cosas y las azafatas dieron la orden de ponerse las mascarillas de oxigeno, ya solo faltaba para llegar a las islas unos cuantos kilómetros pero el avión como aquella premonición no llegó.


De repente el avión se resquebrajo por un lado, al rato ya no había nada de esa parte del avión todo empezó a ser negro y todo cayó en unas tierras desconocidas, pasaron horas y horas, para que alguno de los tripulantes recobrara el sentido. El primero fue Ricardo el todavía menos incrédulo ya que en la premonición el no sobrevivía, cuando estuvo totalmente despierto y consiente decidió ir a ver si quedaba algún superviviente, los únicos que quedaban vivos eran el, un niño pequeño asustado porque sus padres no respiraban ni hablaban, un señor ya con la mitad de su vida hecha, una mujer rota de dolor su marido había muerto y por ultimo una madre y su hijo. Todos los demás estaban muertos niños, ancianos, jóvenes, familias, cuando fueron a ver si el piloto estaba vivo se encontraron con una perpleja situación, el piloto estaba totalmente quemado solo quedaba de él parte de la mitad de su cuerpo. Todos los supervivientes empezaron a pensar en que iban hacer, tenían que buscar un sitio para dormir, comida, y agua, pero lo primero era inspeccionar aquella extraña selva en busca de refugio. Los niños iban a cuestas encima de los mayores que casi no tenían fuerzas para llevar unos pocos de huesos a cuestas, todos frágiles, indefensos y sin ánimos para hacer ni pensar nada, pasaron horas y horas caminando. Cuando cayó la noche encontraron un refugio en una cueva, la única pega era que no habían encontrado nada de comer los niños empezaban a tener hambre, y frío. Ricardo y la mujer que se llamaba Beatriz fueron en busca de comida y algo para hacer fuego, mientras la otra mujer llamada Maria se quedaba con los pequeños y el señor llamado Cornelius. Mientras los otros estaban fuera buscando comida los que estaban en el refugio se dieron cuenta de que en la cueva no estaban solos, empezaron a escuchar pasos y voces que provenían del fondo de la cueva, como tenían curiosidad decidieron ir al fondo para ver que eran esos extraños ruidos. Caminaron y caminaron durante horas parecía que no había final, entonces oyeron gotear a las paredes, de repente en medio de aquel camino había una bajada resbalosa y cubierta de agua. Cuando miraron se dieron cuenta de que estaban en medio de acuífero repleto de agua y de plantas sin pensarlo empezaron a beber de aquella agua, miraron todo y caminaron dentro de aquel maravilloso lugar. Los que fueron a buscar la comida ya habían regresado con numerosos frutos, plantas, raíces etc. Nada mas empezar a entrar en la cueva se dieron cuenta que el resto no estaba, empezaron a gritar a ver si es que habían salido por los alrededores, nadie les contesto y decidieron volver a salir a ver si los encontraban, en esta segunda expedición todo no fue tan sencillo, se vieron atrapados por todo tipo de animales en medio de un terreno oscuro lleno de vegetación. Ricardo se dio cuenta de que alguno de los dos no contaría aquel suceso, y era cierto fue Beatriz, a ella le mordió una serpiente venenosa y la estranguló hasta la muerte, Ricardo más pendiente de sí mismo ni se entero de lo que le había pasado a Beatriz.


Cuando vino a darse cuenta ya era demasiado tarde, estaba en el suelo parte de su cuerpo si se podía ver otra no porque la cubría la serpiente, que intentaba comérsela cosa que estaba haciendo, Ricardo se fue corriendo a la cueva sin parar ni siquiera a pensar que tipo de animales le estaban acechando. Sus amigos que estaban en aquel acuífero ya no estaban con vida al caminar, gritar, saltar, aquel acuífero se había derrumbado gran parte de las piedras que habían a su cabeza, solo había sobrevivido el niño pequeño que estaba desesperado ya que su pierna estaba atrapada por una gran roca. Ricardo dentro de la cueva pensando en sus compañeros y que pasaría con su vida empezó a oír unos lloros que provenían del fondo de la cueva, como sabia que eran sus compañeros salio corriendo en dirección a el acuífero, allí vio que todos estaban muertos menos el niño pequeño, Ricardo le ayudo a quitar su pierna de debajo de aquella horrible roca. Salieron del acuífero y fueron a la entrada de la cueva a esperar que fuera de día, cuando empezaron a ver el sol encontraron la forma de llegar a las islas que querían ir desde un principio, hicieron una barca y salieron al mar a intentar llegar a su destino. A media tarde empezaron a ver unas islas, estaban salvados si habían conseguido llegar a lo que en un principio se quería conseguir, allí dijeron todo lo que paso y fueron otra vez a sus hogares, excepto el niño pequeño que fue criado por Ricardo en el suyo, ellos jamás pudieron olvidar aquel viaje, pero en fondo fueron muy felices compartiendo su vida.
Refinnej

ME CAÍ



ME CAÍ

Esto me ocurrió hace ya algún tiempo.
Lo recuerdo como un sueño, no espera, lo soñé, durante muchos meses como me perdía en un lugar y unos me seguían, pero no le di importancia, hasta que un día mi madre me dijo que le había tocado un viaje a Derjelia y decidí ir con ella, sin más.

Un viaje “algo” movidito
Cuando subí en el avión, me toco sentarme delante un señor que roncaba mucho, y mientas miraba por la ventana mi madre iba contando muy entusiasmada todo lo que quería hacer en su gran viaje, así fue todo el rato hasta que de repente el avión empezó a hacer unos movimientos muy bruscos y la azafata no paraba de decir no se que, porque no se escuchaba nada con la gente alterada, y seguido esto el avión empezó a irse a pique, había gente que saltaba fuera del avión, unos con paracaídas y otros sin el, pero eso si, todos gritaban como becerros.

Pasó en un abrir y cerrar de ojos
Solo recuerdo que mi madre me decía muchas cosas y no dejaba de llevarme de un lado para otro, hasta que en un rebujón de gente que paso gritando me empujaron y me trabé en la chaqueta de un tío ahí que salto en paracaídas y yo, con él y por si fuera poco, conmigo saltó una chica que se agarro a mi mano pensando que yo era su prima, con la que se había subido en el avión.



Jerónimo
Eso fue lo que gritemos todos, podíamos haber gritado “aaaaaaaaaaaaa” o rezar un Padrenuestro y un avemaría pero no, solo gritemos jerónimo y como seguíamos cayendo el tío empezó a hablar de quien era, de que es lo que íbamos hacer cuando aterrizásemos y también de con quien habíamos venido y de cómo íbamos en la escuela y bla bla bla.



Me aburro
Pasaron unos 45 minutos, y seguíamos en el aire, y como no decíamos nada la chica que iba conmigo que por cierto ya se su nombre se llamaba Lucia, dijo “¿y esto, cuándo aterriza?, es que me estoy aburriendo”. Y de repente se nos ocurrió mirar hacia abajo y vimos una gran explanada de árboles, y entonces no se por qué, pero se me ocurrió decir “creo que así, como estamos ahora, estamos muuuuuuyyyyyy bieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen”.


Y me caí
Aunque se podía decir que ya me estaba “cayendo”, cuando digo esto me refiero a que me caííííí, y sucedió así: acababa de decir lo bien que nos encontrábamos ahora y me desgarre del hombre del que estaba sujeto, por eso grite “eeeeeeeeee”, ¿lógico?

¿La selva es esto?
Un montón de limones, y de dragos, y muchos perros bailando una zamba, ya me dirás tú, esperando a que sea una selva y te encuentras con esto, pues no se yo que seria peor.

Hola, otra vez
Debí haberme dado un golpe muy fuerte en la cabeza al caerme, y la verdad es que no se cuanto tiempo estuve alucinando o inconsciente, pero cuando me desperté vi a Lucia que me dijo “hola, otra vez, parece que ya te has despertado” y seguido me dijo una mujer “bienvenida a la gran selva”.


La gran selva
Y que me lo digan a mí, que no había estado nunca en una, ver tantas caobas, tantas plantas extrañas, tantos monos y tantos pájaros raros aquello era para cogerse un trauma.


¡Vaya!
Solamente estábamos Lucia, Dasne (la mujer) y yo, y de los demás no se sabíamos nada, quise ponerme a llorar porque no sabia que le había pasado a mi madre, pero no duró mucho tiempo, ya que se escucho un ruido tan fuerte que tuvimos que salir corriendo ya que aquello no pintaba nada bueno.

¡Tú no eres Lucia!
Y evidentemente, no era Lucia, había corrido porque vi unas extrañas sombras que nos empezaron a seguir y cuando creí que ya estaba a salvo mire hacia atrás y que vi, pues una multitud de caníbales con gorros de plumas y la piel toda aruñada.

¿Guase, guase?
Todo se me había ido por la borda, ya no había nada que hacer, yo había corrido y me habían pillado, ya era tarde para lamentarme, mi vida dependía de ellos y dije “¿guase, guase?”

Desfilando
Me llevaron, como las hormigas llevan a la comida, pues igual. Durante un tiempo aquello fue chuli pero luego, cuando había llegado a una extraña cueva y me pusieron dentro de una olla toda mugrienta vestida con un gorro de hojas y palos, un peto de vete tu a saber de que, un montón de ramitas y me embadurnaron de un aceite raro, aquello no me izo tanta gracia.

Como para sacarse una foto
Planeaban cocinarme viva en la olla, y todos me miraban como si yo fuera el pollo de año nuevo, hasta que se escuchó otros extraños ruidos que hicieron que todos los caníbales salieran huyendo y yo me quede allí sin saber que hacer.

Que guapa estas
No tardó en venir toda la gente a ver el espectáculo, y millones de personas llegaron y empezaron a hacerme fotos, toda la gente estaba de risa y yo no sabía por qué, hasta que uno de por allí me dijo que había sido victima de una broma, y eso que al final nadie supo que yo venía de un avión que se iba a estrellar pero que después recupero el vuelo y se dirigió a su destino. Menuda suerte la mía, que no sabría decirte si es buena o mala.
Zirtaeb

Una experiencia terrible:





Una experiencia terrible:

El día 17 de noviembre de 2011, en el aeropuerto de La Palma salía un avión para la selva africana. El avión de Islas Airways salía del aeropuerto a las 10:30 AM y su hora de llegada a la selva africana las 16:30 PM. Era un viaje para hacer una pequeña visita a ese lugar en el avión iban cien personas entre ellas 10 niños, iba gente de muchos lugares de la Península Ibérica, Canaria, de las islas Baleares, de Portugal,… Llego la hora del despegue, pero el avión tubo que un pequeño fallo técnico, vuelo unos se retaros unos 20 min., todos estábamos muy asustados se escuchaba de fondo ¿qué pasa?, de repente se escucha una voz que habla desde cabina, y dice: Señores pasajeros soy el comandante de esta tripulación hemos sufrido un retraso debido a un fallo en el motor derecho, estén tranquilos nos han informado que ya esta todo en orden y podemos despegar, dicho esto un saludo y que disfruten de su vuelo. El avión salio a las 11 AM de La Palma, ya eran las 12:30 PM y las azafatas repartían la comida y las chocolatinas. Pasado un rato, nos informan que dentro de 30 min., aterrizaremos. De repente el avión se da un movimiento muy brusco, alguien mira por la ventanilla y dice ¡ hay humo se ve humo en el motor derecho! Todos empiezan a gritar ¡SOCORRO!, el avión empieza a moverse rápidamente, empieza a bajar de altura muy bruscamente, todos intentamos ponernos los chalecos salvavidas, muchos no podían por el miedo, los nervios,… y de repente el avión cae en picado cerca de la costa. Muchos murieron , otros quedaron inconscientes , los que sobrevivieron nadaron hasta la orilla. Allí en medio de ninguna parte los supervivientes en ese momento eran 10, todos muy asustados tratábamos de tranquilizarnos entre nosotros. Todos ya algo más tranquilos teníamos que buscar comida, un lugar donde dormir, … cerca de allí encontramos algo de comida, y una especie de cabaña, allí íbamos a pasar la noche.
La noche llega muy rápido, esa noche había luna llena se veía grande, era preciosa, pero ya era bastante tarde para seguir despierto y además a la mañana siguiente teníamos que ver si había alguien por ese lugar entonces decidimos acostarnos. Dos de nosotros se quedaron despiertos para vigilar si venia algo, ya de madruga, pues serian las 4 de la madrugada, los chicos que estaban despiertos miraban la luna con gran esperanza de volver a sus casa. De repente empezaron a escuchar ruidos… ¿QUE ES ESE RUIDO? ¿QUE PASA?, se preguntaban muy asustados. De repente cae una lluvia muy fuerte y se ve una sombra, una especie de sombra que tapa la luna, uno de ellos sale corriendo y se va con los demás, el otro paralizado por la luna se queda inmóvil su cuerpo no se movía. Llorando gritaba: !!SOCORRO!! NO ME DEJES AQUÍ SOLO, gritaba sin parar, de repente un silencio invade ese lugar, sentía que algo lo miraba, y en un segundo algo se abalanza encima de el, grita sin parar, pero no sirvió de nada, ya era tarde, algo se lo había comido solo quedo un collar y un trozo de camisa todo roto y lleno de sangre. Por al mañana vieron que no estaban, y se preguntaban ¿donde están?, giran sus cabezas y ven a uno de ellos tirado en el en suelo todo mojado, templando sin parar, le preguntaban que pasaba, no respondía… y de repente sale uno de ellos y ve la camisa y el collar, entra llorando y asustado y se lo enseña a los demás, se quedan paralizados, ¿ que había pasado? Se preguntaban, el chico que sobrevivió muy asustado les contó lo que había ocurrido, todos se quedaron perplejos ante sus palabras.


Pasado un rato y ya todos mas tranquilos salimos en busca de algo para comer y haber si había alguien por ese lugar para que nos ayudaran. Íbamos caminando y se escuchaba algo que corría detrás de nosotros, mirábamos para detrás y no se veía nada pero se escucha, entonces salimos todos corriendo sin rumbo, pero se escuchaba una vos que decía ¡PARAD! Entonces se pararon y vieron que eran otros 10 supervivientes. Uno de ellos pregunto que cuantos eran ese grupo, y no respondió éramos 10 pero a uno lo han matado.


Fuimos todos en busca de comida, y por el camino vimos monos, lagartos grandísimos y muy feos, mariposas, lemures, etc. Todo era precioso. Llegó la tarde noche, y fueron en busca de un lugar para dormir, lo encontraron y ahí se quedaron todos. Llego la noche cinco se quedaron despiertos para vigilar. Pero, una ves mas una luna preciosa iluminaba la noche, y de repente una lluvia cae muy fuerte, una sombra tapa la luna y la noche es mas ocurra que nunca algo coge a dos de ellos, los otros tres estaban llegando que habían salido a buscar leña para el fuego, se quedaron parados y sin palabras. Se preguntaban ¿Dónde estaban? Uno de ellos miro para el suelo y vio que había algo en el suelo. Cogieron la antorcha y alumbraron el suelo y vieron dos manos con un trozo de manga cada una y vieron que no eran iguales, fueron en busca de los de más y allí se quedaron todos juntos asustados. Al día siguiente los otros que sobrevivieron se lo contaron a los de más y todos asustados dijeron que es lo que pasa. Un día tras otro pasaba lo mismo hasta que desaparecieron todos menos tres. Ya asustadísimos no sabían que hacer eran tres ¿donde estaban? ¿Qué ocurría allí por las noches? Se preguntaban muy aterrorizados. Iban caminando y encontraron un pequeño poblado habitado por caníbales. Salieron corriendo los mas rápido que podían, los caníbales fueron detrás, tiraban lanzas, piedras… haber si les daba a alguno y efectivamente a uno de ellos le clavaron una lanza, a otro le alcanzo una piedra muy afilada en el pie, el que estaba en buen estado ayudo al que le habían dado en el pie, lo subió a caballotas y corrió. Llegaron a la orilla de un río era muy peligroso, tenia una fuerte corriente era muy difícil cruzarlo el que estaba bien se arriesgo y lo arrastro, el compañero se había que dado solo. Encontró unos palos y los uso de muletas, camino durante días hasta que llego hasta un peque lugar donde había mucha gente, casado se desmayo uno hombre le ayudaron y lo llevaron a una cabaña allí le dieron un poco de agua y comida. Apareció un piloto peguntado que si habían visto a algún hombre como el por allí, entonces lo llevaron a la cabaña y ¡allí estaba el único superviviente del accidente! El piloto trajo ropa limpia, el botiquín de primero auxilios, mas comida, agua, etc. El superviviente ya estaba mejor, entonces el piloto hablo con el superviviente y le pregunto que si quería volver a casa, el dijo que si. Regreso a casa vivo pero le tuvieron que quitar el pie y la mitad de la pierna ya que se le había infectado. Al cabo de unos días periodistas cámaras de televisión fueron a buscarle para que les contara ese experiencia tan terrible. Lo único que dijo es que nunca olvidaría ese terrible accidente, no hablaría con nadie de ese tema y no olvidaría a sus compañeros y mucho menos al que le subió a caballotas para salvarle.



Esa catástrofe me izo ver que el mundo no es de color de rosas y que más allá hay mas que un mundo por descubrir.

FIN


Asfine

lunes, 17 de noviembre de 2008

Ataque canibal


Un día iba un avión de Binter sobrevolando la selva y va y se le para un motor y luego el otro, total que el avión se estrello entre los árboles y la mayoría se murieron.
Los supervivientes que quedaron se despertaron aturdidos bajo la lluvia permanente que arreciaba en aquel lugar. No sabían que hacer, así que decidieron echar a caminar. Tras andar más de medio de día vieron como se ponía el Sol y buscaron donde refugiarse, encontraron una cueva donde pasar la noche.
Se veían las estrellas, no podían dormir, habían decidido que el día siguiente se dividirían y unos buscarían la comida y otros harían el campamento donde vivir hasta ser encontrados.
Pasaron los días, uno de ellos los que tenían que traer la comida no aparecieron por allí.
Al día siguiente fueron a buscarlos y vieron una imagen aterradora, las piernas de uno de sus compañeros estaban en el suelo arrancadas brutalmente del cuerpo que no se encontraba allí, volvieron al campamento para contar lo ocurrido a sus compañeros, pero su sorpresa fue cuando los encontraron también muertos, asesinados, quién había podido ser. No tardaron en encontrar la respuesta unas personas semidesnudas se encontraban allí, parecían indígenas e iban armados con machetes, intentaron huir pero les capturaron y les cortaron la cabeza.
Uno de los supervivientes del accidente logro huir de estos caníbales y pudo contar esta historia, ese fui yo, Umaga.
Umaga.

martes, 4 de noviembre de 2008

Edna


Ahora me encuentro aquí con ochenta y cinco años recordando viejos tiempos. Cuando era una jovencita de doce años mi gran sueño era ser actriz. Cuando cumplí los trece años empecé a ir a clases de interpretación y canto, pero mis padres no tenían mucho dinero y solo me pudieron pagar un mes de clase, entonces tuve que olvidarme de ser actriz.
Seguí con mis estudios pero a los dieciséis tuve que dejar los estudios y ponerme a trabajar en un bar de camarera.
Una mañana entró un hombre muy guapo, fui a atenderle y empezamos a hablar, me contó que trabajaba en un banco, que se llamaba Avelino y que tenía veinticuatro años. Empezamos a vernos todos los días, al cabo de unos meses nos enamoramos y fuimos novios durante un año y dos meses.
Él le pidió mi mano a mi padre y mi padre aceptó. Me case con diecisiete años, en una iglesia muy bonita. Dejé de trabajar de camarera para ocuparme de las tareas domésticas.
A los dos años de casados tuvimos que irnos a vivir a Madrid por motivos de trabajo de Avelino. Cuando llegamos a Madrid fuimos a ver la casa, era preciosa. Como Avelino ganaba mucho dinero empecé a ir a clases de interpretación y canto. Cuando acabé mi carrera me ofrecieron un trabajo en un teatro de Madrid.
Como los dos trabajábamos mucho no nos planteamos lo de tener hijos.
A los veinticinco tuve que dejar de trabajar porque Avelino cayó gravemente enfermo. Después de varios meses de hospital en hospital Avelino se curó.
Pero ya era demasiado tarde para retomar mis clases.
A los tres años decidimos tener un hijo. A los ocho meses nació Alfonso, nuestro primer y único hijo. Pasaron los años y Alfonso fue a trabajar a Barcelona, tuvo tres hijos.
Raquel que fue su primera hija, quiso ser actriz. Ahora estoy aquí con mis ochenta y cinco años muy feliz porque Raquel llegó a ser la actriz que a mí me hubiera gustado ser.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Vida de ensueño


Ahora que me encuentro cercano a mi muerte, dada mi avanzada edad, quiero recordar lo afortunada que fue mi vida, mi infancia fue buena, vivía en una buena casa y sentía que tenía toda la vida por delante pero tenía que estudiar mucho para sacarme una carrera y poder tener así un buen futuro: un buen trabajo, una casa, esposa e hijos y ser rico.
Una vez acabé los estudios, fui a la universidad y me saqué una carrera relacionada con la historia o la biología, no lo recuerdo muy bien… pero mi sueño era ser rico y famoso, por lo que quise ser algo relacionado con los negocios, lo tenía decidido quería ser presidente del mejor equipo del mundo el Real Madrid CF, que por aquel entonces tenía ya 15 Copas de Europa y nadie lo igualaba. Para intentar entrar en el club, tuve que mudarme a Madrid, dejando mi casa para ir los veranos.

Cuando llegué a Madrid, me presenté y fui elegido como director deportivo, mi sueño se estaba convirtiendo en realidad: cobraba un sueldo 10 veces mayor que el que tenía antes de camarero, me compré un chalet en las afueras de Madrid, un Ferrari, un Porche, un Audi, conocí a una chica que trabajaba en el club, jefa de cuentas, me casé con ella y tuve 3 hijos, estaba en la flor de la vida y acababa de ser presidente del Real Madrid, fui presidente varios años, y directivo otros tantos más, me jubilé y aquí estoy aguantando con 95 años, gracias al descubrimiento del método para esquivar a la muerte más eficaz, sólo al alcance de unos pocos.
Garbo

MEMORIAS Y TAL.


Deseoso estoy de contaros la dicha con que me ha tratado la vida,
a mis 100 años de edad mis conocidos más allegados han muerto
y feliz estoy de ser el último en vida,
pero por más que me pese, al entierro de todos he ido sin gana alguna,
que aburrido es ir más de 50 velatorios.

Sin más preámbulos os relato la historia de mi vida.
Yo no fui a la escuela, me quedaba en casa o cortando monte
aprendí a leer y escribir en casa de una tía mía inteligente y buena persona.
De mayor me casé con una muchacha del pueblo fea y gorda como ella sola.
Pero una Navidad me tocó la lotería y pensé en divorciarme,
le oculté el billete hasta que el juez nos divorció,
con el dinero me pagué unos estudios y me hice empresario
y de nuevo me casé.
En mi nueva vida de rico la cosa me fue muy bien,
me hice un chalé en la playa, y allí viví hasta la jubilación.
Tras ello me mudé a una residencia y feliz viviendo sin trabajar me empezaron
a llegar cartas de los familiares de mis conocidos fallecidos, y hoy que cumplo 100 años
digo, fastidiaros ineptos yo soy el último vivo.(parte final censurada)

Umaga.

Petra


La historia de mi vida
Petra guardaba un mal recuerdo de su infancia, porque cuando tan solo tenía diez años se incendió su casa jugando con sus amigos por una maldita vela, se quemaron sus muñecas, su ropa y todas las fotos de su infancia.
¡Que desgracia! -decía la abuela- la casa que había construido mi marido con tanto esfuerzo, con el dinero que había traído de Venezuela y que todos sus vecinos le ayudaron a levantar. Petra se había quedado sin casa y sus amigos que vivían en una cueva le dijeron para que se fuera con ellos ya que no tenia donde dormir.
Con diecisiete años terminó bachiller y se fue a la universidad de La Laguna, en Tenerife, empezó una carrera de magisterio. Nada más terminar se fue a África a dar clases a los niños más pobres. Se vino para España cuando tenia sesenta y cinco años, se quedaba en la casa que su abuela le había dejado, de herencia. Cuando llego quiso ir a ver la casa donde vivió su infancia, pero solo quedaba cuatro paredes, la estructura del techo se había derrumbado, y cuando entro en ella se la encontró llena de escombros.¡Que tristeza más grande! –dijo Petra- recordando esos momentos de su infancia. Como se ha pasado mi vida de rápido.

La historia de Adrián


Mis primeros recuerdos son de cuando tenía cuatro años. Yo vivía en una pequeña montaña llamada La Centinela con mis padres, mi hermano y mi abuela. Teníamos una casa más o menos pequeña pero acogedora.
En aquellos tiempos siempre estaba con mis amigos: Airam, Rubén y Antonio jugando al fútbol. ¡Que buenas tardes pasábamos! Pero un día ocurrió una desgracia… Volvió de Cuba el vecino, Juan, y se encontró con lo que era su huerto de papas convertido en un campo de fútbol, muy enfadado cogió un palo para darnos una lección. Nosotros muy asustados salimos corriendo, cuando íbamos llegando a mi casa Rubén se tropezó con la raíz de un árbol y entonces el hombre muy enfadado lo agarró por los pelos y le dio tres palos por las costillas. Él pobre lloraba sin cesar. Es una de las cosas de mi infancia que mas recuerdo.Empecé trabajando cargando piñas en la finca de un tío mío. Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Ganaba una miseria, apenas me daba para comer. Un día tuve la oportunidad de irme a Venezuela a casa de unos parientes que me ofrecieron un trabajo como conductor de camiones. Allí pasé más de treinta años. Hice una pequeña fortuna con la que volví a mi tierra. Y ahora estoy aquí jubilado con ochenta y cinco años, rodeado de mis nietos.

Eustakio (el de La Pradera)


Mis primeros recuerdos son en Los Alpes con mi hermano mayor (Okiausto), que en paz descanse. Recuerdo con orgullo las bromas que me gastaba cuando todos los días íbamos por los caminos con dirección a casa de nuestros tíos. Un día cuando volvíamos de allí, empezó a llover, como no paraba, nos refugiamos debajo de la casa de un viejo, y como mi hermano le encantaba hacerse el gracioso se metió en el granero y empezó a armar la fiesta con las gallinas. Cuando el viejo se asomó nos pegó dos gritos que se escucharon en todo el pueblo, nosotros asustados salimos corriendo.
A los catorce años me fui a vivir con mi familia a Bulgaria pensando en un futuro mejor, que no encontré. Allí tuve mi primer amor, se llamaba Muriel, una chica muy inteligente. Aunque su familia no me caía bien, porque eran muy raros. Tenían siete hijos, que se llamaban Cassy, Miranda, Grobo, Anaís, Tandariel, Húmfre y Muriel.
A los veintiún años viví en Jamaica, con Muriel, mi esposa estaba embarazada de nuestro primer hijo, Jermecio. En aquel momento trabajaba en una mina.
A los cincuenta y cinco años con nuestros hijos ya mayores, nos trasladamos a Nueva Jersey, para tener una mejor calidad de vida.
Después a los setenta y nueve años contraje una extraña enfermedad ahora conocida como SRA (Síndrome respiratorio agudo) en un viaje que hice a China, con mi esposa. Estuvimos un año en cuarentena, mi esposa por desgracia no soportó la enfermedad.
Después de aquello me quedé solo y el único consuelo que tenía era el de mis cuatro hijos.
Ahora a mis noventa años recuerdo con cariño a mi esposa y mis hijos a mi lado. Y viejo como estoy escribo mi vida con momentos duros aunque una vida que no cambiaría por nada en el mundo.

Refinnej y Zirtaeb

Animago


Yo, Animago, teniendo ya mis 80 años me despido de esta vida, recordando aquello que he vivido.

En los primeros 15 años, recuerdo mis tardes en Gallegos como las veía pasar pensando en como sería mi vida.

Desde los 15 a 23 años, estudié en la Universidad de Tenerife arqueología, habiendo acabado la carrera me llamaron para trabajar en Inglaterra, me fui.

De los 30 años a los 50, viví muchas aventuras por todo el mundo teniendo en cuenta que siempre mi vida estaba en peligro, pero no temía a la muerte, pues es inevitable que tenga que pagar a Caronte para pasar la Laguna Estigia.

De los 50 a los 70 años, dejé las aventuras para tener que sumergirme en los libros del pasado. Tenía en la mente en la tercera guerra mundial pues el fin del mundo se aproximo una vez más.

Y llego a los 80 años con el planeta destruido y Marte, esperando mi llegada y la de toda la humanidad.

Animago.

lunes, 20 de octubre de 2008

AMNESIA 2008.


AMNESIA 2008.
-Noche.
Me levanto al baño, la casa está oscura, entro, meo, miro por la ventana, el cielo está y la Luna llena está saliendo, vuelvo a acostarme.
-Amanecer 07:30 am.
Suena el despertador, me levanto, al abrir la ventana miro al horizonte y veo una pequeña luz alo lejos, dejando una estela de humo, dejo de mirar y no le doy importancia.
Voy a la escuela, al regresar, después de de comer y estudiar me echo a descansar.
-07:00.
Saco mi bicicleta, esa noche iba a dormir en La Laguna.
Subo por el monte, a medio camino, cuando todavía hace sol, una extraña sombra me atrapa y todo se vuelve oscuro, una luz me apunta a la cabeza, veo unas extrañas siluetas y de pronto me duermo.
Me despierto en una zona oscura con abundante vegetación, creo que todo a acabado pero unas pequeñas siluetas con lo que parecen ser unas luces en la cabeza. Que casualidad que me encontré una bici de los del Multiaventura allí tirada me subí y comencé a huir, entre los árboles se vía la Luna llena que iluminaba un poco el camino. Tras un rato de huída comenzaba a acercarme a casa, de pronto me caí de la bici y esas siluetas que me perseguían me atraparon, que me hicieron no lo sé.
Me desperté, estaba en mi casa, ya había amanecido,
La verdad no sabía que había ocurrido la noche anterior, pero a lo lejos en el horizonte se veía una luz de estraña forma igual que la que había visto la mañana anterior.
Umaga

Perdido en La Laguna


Perdido en La Laguna

Una tarde en La Laguna jugando al fútbol con mis amigos, ya cansados y sudorosos pero con ganas de acabar, empezaba a hacer frío y los mosquitos comenzaban a incordiar, en el último disparo el balón fue a parar entre los árboles y fui a buscarlo.

El balón estaba lejos y me costó encontrarlo, cuando lo encontré salí corriendo para irnos ya, cuando, de repente, resbalé y me golpeé la cabeza, no sé cuánto tiempo estuve inconsciente pero ya era de noche, me levanté, me sacudí la tierra y me llevé una mano a la cabeza, el chichón me dolía y era grande pero no le presté importancia, como había perdido la orientación miré el móvil para ver si podía llamar a alguien pero no tenía cobertura, entonces desesperado, caminé. Anduve un buen rato hasta que me encontré en el parque, la luna parecía enorme y había una bruma intensa, se oían los grillos cantar y unos extraños pájaros parecían gruñir. Me senté a descansar y oí un ruido de ramas crujir detrás de mí, me giré y vi una extraña persona vestida con harapos, parecía un mendigo, su pelo estaba enmarañado y cubierto de canas, su cara estaba sucia y arrugada, sus ojos pequeños y profundos parecían oscuros como la noche, una nariz fina y puntiaguda, sus labios estaban sucios y agrietados por el frío, los pocos dientes que tenía estaban sucios, amarillos y algunos podridos, tal vez por eso su aliento apestaba.
Sacó un cuchillo y se dispuso a atacarme pero salí corriendo por los caminos que conocía en dirección al pueblo, le sentía corriendo detrás de mí, cuando llegué al que sería el polígono industrial me giré y no lo vi, entonces me dispuse a seguir pero al girar la cabeza di de bruces contra algo, me incorporé y entorné los ojos, ¡Era él!, salí corriendo más que nunca y cuando llegué al pueblo vi que estaba desierto, no había nadie en la calle ni en las casas, todo estaba a oscuras y tuve que guiarme con la luz de la luna pero el cielo se estaba nublando y casi no se veía, cuando de repente tropecé con algo y tuve que coger el móvil para saber que era me llevé el mayor susto de mi vida, ¡Era un cadáver!, el cadáver estaba descuartizado, y parecía que estaba muerto desde hace horas, no supe quién era de lo mal que estaba.

Esto me hizo suponer que todas las personas del pueblo habían sido asesinadas y la tristeza me invadió pues mi familia podría estar muerta, pero no me dejé desanimar y salí corriendo a mi casa, mientras corría oí voces de varias personas siguiéndome y riéndose, creí que eran un grupo de asesinos que habían matado a todas las personas del pueblo, cuando llegué a mi casa me sorprendí al ver que la luz estaba encendida y mi familia estaba allí, entré y les conté lo ocurrido, inmediatamente cerramos todas las puertas y ventanas y nos reunimos en el salón aterrorizados, esperábamos lo peor y oímos ruidos fuera de casa, se oyó un estruendo, se apagó la luz y cuando volvió estábamos rodeados de varias personas riéndose y armados con un cuchillo, nos lo pusieron en el cuello y… sentí un frío intenso que me recorría el cuerpo, grité y resulta que ¡todo era un sueño! Y estaba rodeado de mis amigos que me ayudaron a levantarme y a curarme el chichón que tenía después de haberme golpeado, mientras, les contaba la historia que después recordaríamos como una historia de miedo.

FIN
Garbo

domingo, 19 de octubre de 2008

Una noche muy extraña


Una noche muy extraña

Un grupo de amigos fueron de acampada a La Laguna, eran David, José, Cory, Ana, Tomas y algún otro que no consigo recordar. Cuando llegaron había muy buen tiempo pero a medida que iba anocheciendo el tiempo empeoraba, fueron sacando los sacos de dormir. Era una noche de luna llena cuando de repente empezó a formarse una niebla muy espesa tanto que no veíamos a un metro de distancia.
Se empezaron a oír unos aullidos extraños que venían de muy cerca. Todos estaban aterrorizados. José abrió la tienda de campaña y vio unos ojos rojos en medio de la oscuridad. Rápidamente la cerró y les contó a sus compañeros lo que había visto. Ellos no le creían pero ninguno se atrevió a salir para ver si era cierto. Un par de horas después se dejaron de escuchar los aullidos y por fin pudieron dormir tranquilos.

Xiwawa Carol

martes, 14 de octubre de 2008

Una noche de misterio




Una noche de misterio.

En una noche de septiembre de luna llena, Noelia se dirigía hacia el cementerio, donde había quedado con sus amigos: Arelis, Jose y Germán para ir a leer historias de miedo.
Cuando Noelia llegó a las puertas del cementerio se quedó extrañada al no ver a sus amigos allí… Pensó en volver a su casa ya que no los vio. Pero de repente escuchó unas voces dentro del cementerio y creyó que eran sus amigos. Entonces se adentró en él. Al entrar no vio a nadie pero seguía escuchando voces. Cuando quiso salir las puertas del cementerio se cerraron de golpe quedando atrapada en su interior, un sudor frío bajaba por su espalda, el pánico recorría su cuerpo y de repente le dio la sensación de que alguien la observaba, se giró lentamente y vio que era Jose. Él estaba pálido y no hablaba, ella le preguntó qué le ocurría pero el seguía sin hablar…

Entonces ella se asustó mucho, empezó a correr hacia las puertas del cementerio pero seguían cerradas y empezó a escalar la verja pero Jose le agarró una pierna...pero consiguió escaparse. Noelia llegó a su casa asustada, entró y vio que no había nadie en ella, parecía que la casa llevaba deshabitada unos diez años. No vio ninguno de sus objetos personales, solo una vieja muñeca que no la recordaba de su infancia, la cogió, y en el brazo derecho encontró un mensaje escrito que decía:
“todos tus amigos han muerto y tu serás la siguiente”.

Valis Mónica Asfine

Me volví flan


Se hizo la noche en Barlovento, y mientras estaba en mi cuarto bailando una conga, vi. resplandecer una extraña luz azul desde mi ventana y decidí dejar de hacer la monga y salir de mi casa a ver de que se trataba. Como bajé sin linterna, veía todo oscuro, hasta que al doblar la esquina pude ver aquella extraña luz que me había llamado tanto la atención. Me daba un poco de desconcierto acercarme ya que un escalofrió invadía mi cuerpo. Aquella mujer me miraba de una manera extraña, y poco a poco, iba desapareciendo como por arte de magia.
Años después, aquel encuentro había quedado olvidado, hasta que un día, mientras paseaba a mi hámster, por el parque, me crucé con una mujer que me resultaba familiar, y volví a sentir una temperatura fría. Como me dio mala espina aceleré el paso, pero antes de que me pudiera alejar demasiado, esa mujer me dijo: “Si yo fuera tú, hace tiempo que habría desaparecido de este lugar”. Y en aquel momento me derretí como un flan de fresa con huevo y desaparecí y aquí me encuentro en la red escribiendo esta historia.



Zirtaeb y Refinnej

domingo, 5 de octubre de 2008

Los hombres de la Tierra

Los hombres de la Tierra

Ray Bradbury


Quienquiera que fuese el que golpeaba la puerta, no se cansaba de hacerlo.

La señora Ttt abrió la puerta de par en par.

-¿Y bien?

-¡Habla usted inglés! -El hombre, de pie en el umbral, estaba asombrado.

-Hablo lo que hablo -dijo ella.

-¡Un inglés admirable!

El hombre vestía uniforme. Había otros tres con él, excitados, muy sonrientes y muy sucios.

-¿Qué desean?-preguntó la señora Ttt.

-Usted es marciana -El hombre sonrió-. Esta palabra no le es familiar, ciertamente. Es una expresión terrestre -Con un movimiento de cabeza señaló a sus compañeros-. Venimos de la Tierra. Yo soy el capitán Williams. Hemos llegado a Marte no hace más de una hora, y aquí estamos, ¡la Segunda Expedición! Hubo una Primera Expedición, pero ignoramos qué les pasó. En fin, ¡henos aquí! Y el primer habitante de Marte que encontramos ¡es usted!

-¿Marte? -preguntó la mujer arqueando las cejas.

-Quiero decir que usted vive en el cuarto planeta a partir del Sol. ¿No es verdad?

-Elemental -replicó ella secamente, examinándolos de arriba abajo.

-Y nosotros -dijo el capitán señalándose a sí mismo con un pulgar sonrosado- somos de la Tierra. ¿No es así, muchachos?

-¡Así es, capitán! -exclamaron los otros a coro.

-Este es el planeta Tyrr -dijo la mujer-, si quieren llamarlo por su verdadero nombre.

-Tyrr, Tyrr. -El capitán rió a carcajadas-. ¡Qué nombre tan lindo! Pero, oiga, buena mujer, ¿cómo habla usted un inglés tan perfecto?

-No estoy hablando, estoy pensando -dijo ella-. ¡Telepatía! ¡Buenos días! -y dio un portazo.

Casi en seguida volvieron a llamar. Ese hombre espantoso, pensó la señora Ttt.

Abrió la puerta bruscamente.

-¿Y ahora qué? -preguntó.

El hombre estaba todavía en el umbral, desconcertado, tratando de sonreír. Extendió las manos.

-Creo que usted no comprende...

-¿Qué?

El hombre la miró sorprendido:

-¡Venimos de la Tierra!

-No tengo tiempo -dijo la mujer-. Hay mucho que cocinar, y coser, y limpiar... Ustedes, probablemente, querrán ver al señor Ttt. Está arriba, en su despacho.

-Sí -dijo el terrestre, parpadeando confuso-. Permítame ver al señor Ttt, por favor.

-Está ocupado.

La señora Ttt cerró nuevamente la puerta.

Esta vez los golpes fueron de una ruidosa impertinencia.

-¡Oiga! -gritó el hombre cuando la puerta volvió a abrirse-. ¡Este no es modo de tratar a las visitas! -Y entró de un salto en la casa, como si quisiera sorprender a la mujer.

-¡Mis pisos limpios! -gritó ella-. ¡Barro! ¡Fuera! ¡Antes de entrar, límpiese las botas!

El hombre se miró apesadumbrado las botas embarradas.

-No es hora de preocuparse por tonterías -dijo luego-. Creo que ante todo debiéramos celebrar el acontecimiento. -Y miró fijamente a la mujer, como si esa mirada pudiera aclarar la situación.

-¡Si se me han quemado las tortas de cristal -gritó ella-, lo echaré de aquí a bastonazos!

La mujer atisbó unos instantes el interior de un horno encendido y regresó con la cara roja y transpirada. Era delgada y ágil, como un insecto. Tenía ojos amarillos y penetrantes, tez morena, y una voz metálica y aguda.

-Espere un momento. Trataré de que el señor Ttt los reciba. ¿Qué asunto los trae?

El hombre lanzó un terrible juramento, como si la mujer le hubiese martillado una mano.

-¡Dígale que venimos de la Tierra! ¡Que nadie vino antes de allá!

-¿Que nadie vino de dónde? Bueno, no importa -dijo la mujer alzando una mano-. En seguida vuelvo.

El ruido de sus pasos tembló ligeramente en la casa de piedra.

Afuera, brillaba el inmenso cielo azul de Marte, caluroso y tranquilo como las aguas cálidas y profundas de un océano. El desierto marciano se tostaba como una prehistórica vasija de barro. El calor crecía en temblorosas oleadas. Un cohete pequeño yacía en la cima de una colina próxima y las huellas de unas pisadas unían la puerta del cohete con la casa de piedra.

De pronto se oyeron unas voces que discutían en el piso superior de la casa. Los hombres se miraron, se movieron inquietos, apoyándose ya en un pie, ya en otro, y con los pulgares en el cinturón tamborilearon nerviosamente sobre el cuero.

Arriba gritaba un hombre. Una voz de mujer le replicaba en el mismo tono. Pasó un cuarto de hora. Los hombres se pasearon de un lado a otro, sin saber qué hacer.

-¿Alguien tiene cigarrillos? -preguntó uno.

Otro sacó un paquete y todos encendieron un cigarrillo y exhalaron lentas cintas de pálido humo blanco. Los hombres se tironearon los faldones de las chaquetas; se arreglaron los cuellos.

El murmullo y el canto de las voces continuaban. El capitán consultó su reloj.

-Veinticinco minutos -dijo-. Me pregunto qué estarán tramando ahí arriba. -Se paró ante una ventana y miró hacia afuera.

-Qué día sofocante -dijo un hombre.

-Sí -dijo otro.

Era el tiempo lento y caluroso de las primeras horas de la tarde. El murmullo de las voces se apagó. En la silenciosa habitación sólo se oía la respiración de los hombres. Pasó una hora.

-Espero que no hayamos provocado un incidente -dijo el capitán. Se volvió y espió el interior del vestíbulo.

Allí estaba la señora Ttt, regando las plantas que crecían en el centro de la habitación.

-Ya me parecía que había olvidado algo -dijo la mujer avanzando hacia el capitán-. Lo siento -añadió, y le entregó un trozo de papel-. El señor Ttt está muy ocupado. -Se volvió hacia la cocina. -Por otra parte, no es el señor Ttt a quien usted desea ver, sino al señor Aaa. Lleve este papel a la granja próxima, al lado del canal azul, y el señor Aaa les dirá lo que ustedes quieren saber.

-No queremos saber nada -objetó el capitán frunciendo los gruesos labios-. Ya lo sabemos.

-Tienen el papel, ¿qué más quieren? -dijo la mujer con brusquedad, decidida a no añadir una palabra.

-Bueno -dijo el capitán sin moverse, como esperando algo. Parecía un niño, con los ojos clavados en un desnudo árbol de Navidad-. Bueno -repitió-. Vamos, muchachos.

Los cuatro hombres salieron al silencio y al calor de la tarde.

Una media hora después, sentado en su biblioteca, el señor Aaa bebía unos sorbos de fuego eléctrico de una copa de metal, cuando oyó unas voces que venían por el camino de piedra. Se inclinó sobre el alféizar de la ventana y vio a cuatro hombres uniformados que lo miraban entornando los ojos.

-¿El señor Aaa?-le preguntaron.

-El mismo.

-¡Nos envía el señor Ttt! -gritó el capitán.

-¿Y por qué ha hecho eso?

-¡Estaba ocupado!

-¡Qué lástima! -dijo el señor Aaa, con tono sarcástico-. ¿Creerá que estoy aquí para atender a las gentes que lo molestan?

-No es eso lo importante, señor -replicó el capitán.

-Para mí, sí. Tengo mucho que leer. El señor Ttt es un desconsiderado. No es la primera vez que se comporta de este modo. No mueva usted las manos, señor. Espere a que termine. Y preste atención. La gente suele escucharme cuando hablo. Y usted me escuchará cortésmente o no diré una palabra.

Los cuatro hombres de la calle abrieron la boca, se movieron incómodos, y por un momento las lágrimas asomaron a los ojos del capitán.

-¿Le parece a usted bien -sermoneó el señor Aaa- que el señor Ttt haga estas cosas?

Los cuatro hombres alzaron los ojos en el calor.

-¡Venimos de la Tierra! -dijo el capitán.

-A mí me parece que es un mal educado -continuó el señor Aaa.

-En un cohete. Venimos en un cohete.

-No es la primera vez que Ttt comete estas torpezas.

-Directamente desde la Tierra.

-Me gustaría llamarlo y decirle lo que pienso.

-Nosotros cuatro, yo y estos tres hombres, mi tripulación.

-¡Lo llamaré, sí, voy a llamarlo!

-Tierra. Cohete. Hombres. Viaje. Espacio.

-¡Lo llamaré y tendrá que oírme! -gritó el señor Aaa, y desapareció como un títere de un escenario.

Durante unos instantes se oyeron unas voces coléricas que iban y venían por algún extraño aparato. Abajo, el capitán y su tripulación miraban tristemente por encima del hombro el hermoso cohete que yacía en la colina, tan atractivo y delicado y brillante.

El señor Aaa reapareció de pronto en la ventana, con un salvaje aire de triunfo.

-¡Lo he retado a duelo, por todos los dioses! ¡A duelo!

-Señor Aaa... -comenzó otra vez el capitán con voz suave.

-¡Lo voy a matar! ¿Me oye?

-Señor Aaa, quisiera decirle que hemos viajado noventa millones de kilómetros.

El señor Aaa miró al capitán por primera vez.

-¿De dónde dice que vienen?

El capitán emitió una blanca sonrisa.

-Al fin nos entendemos -les murmuró en un aparte a sus hombres, y le dijo al señor Aaa-: Recorrimos noventa millones de kilómetros. ¡Desde la Tierra!

El señor Aaa bostezó.

-En esta época del año la distancia es sólo de setenta y cinco millones de kilómetros. -Blandió un arma de aspecto terrible-. Bueno, tengo que irme. Lleven esa estúpida nota, aunque no sé de qué les servirá, a la aldea de Iopr, sobre la colina, y hablen con el señor Iii. Ése es el hombre a quien quieren ver. No al señor Ttt. Ttt es un idiota, y voy a matarlo. Ustedes, además, no son de mi especialidad.

-Especialidad, especialidad -baló el capitán-. ¿Pero es necesario ser un especialista para dar la bienvenida a hombres de la Tierra?

-No sea tonto, todo el mundo lo sabe.

El señor Aaa desapareció. Apareció unos instantes después en la puerta y se alejó velozmente calle abajo.

-¡Adiós! -gritó.

Los cuatro viajeros no se movieron, desconcertados. Finalmente dijo el capitán:

-Ya encontraremos quien nos escuche.

-Quizá debiéramos irnos y volver-sugirió un hombre con voz melancólica-. Quizá debiéramos elevarnos y descender de nuevo. Darles tiempo de organizar una fiesta.

-Puede ser una buena idea -murmuró fatigado el capitán.

En la aldea la gente salía de las casas y entraba en ellas, saludándose, y llevaba máscaras doradas, azules y rojas, máscaras de labios de plata y cejas de bronce, máscaras serias o sonrientes, según el humor de sus dueños.

Los cuatro hombres, sudorosos luego de la larga caminata, se detuvieron y le preguntaron a una niñita dónde estaba la casa del señor Iii.

-Ahí -dijo la niña con un movimiento de cabeza.

El capitán puso una rodilla en tierra, solemnemente, cuidadosamente, y miró el rostro joven y dulce.

-Oye, niña, quiero decirte algo.

La sentó en su rodilla y tomó entre sus manazas las manos diminutas y morenas, como si fuera a contarle un cuento de hadas preciso y minucioso.

-Bien, te voy a contar lo que pasa. Hace seis meses otro cohete vino a Marte. Traía a un hombre llamado York y a su ayudante. No sabemos qué les pasó. Quizá se destrozaron al descender. Vinieron en un cohete, como nosotros. Debes de haberlo visto. ¡Un gran cohete! Por lo tanto nosotros somos la Segunda Expedición. Y venimos directamente de la Tierra...

La niña soltó distraídamente una mano y se ajustó a la cara una inexpresiva máscara dorada. Luego sacó de un bolsillo una araña de oro y la dejó caer. El capitán seguía hablando. La araña subió dócilmente a la rodilla de la niña, que la miraba sin expresión por las hendiduras de la máscara. El capitán zarandeó suavemente a la niña y habló con una voz más firme:

-Somos de la Tierra, ¿me crees?

-Sí -respondió la niña mientras observaba cómo los dedos de los pies se le hundían en la arena.

-Muy bien. -El capitán le pellizcó un brazo, un poco porque estaba contento y un poco porque quería que ella lo mirase-. Nosotros mismos hemos construido este cohete. ¿Lo crees, no es cierto?

La niña se metió un dedo en la nariz.

-Sí -dijo.

-Y... Sácate el dedo de la nariz, niñita... Yo soy el capitán y...

-Nadie hasta hoy cruzó el espacio en un cohete -recitó la criatura con los ojos cerrados.

-¡Maravilloso! ¿Cómo lo sabes?

-Oh, telepatía... -respondió la niña limpiándose distraídamente el dedo en una pierna.

-Y bien, ¿eso no te asombra? -gritó el capitán-. ¿No estás contenta?

-Será mejor que vayan a ver en seguida al señor Iii -dijo la niña, y dejó caer su juguete-. Al señor lii le gustará mucho hablar con ustedes.

La niña se alejó. La araña echó a correr obedientemente detrás de ella.

El capitán, en cuclillas, se quedó mirándola, con las manos extendidas, la boca abierta y los ojos húmedos.

Los otros tres hombres, de pie sobre sus sombras, escupieron en la calle de piedra.

El señor Iii abrió la puerta. Salía en ese momento para una conferencia, pero podía concederles unos instantes si se decidían a entrar y le informaban brevemente del objeto de la visita.

-Un minuto de atención -dijo el capitán, cansado, con los ojos enrojecidos-. Venimos de la Tierra, en un cohete; somos cuatro: tripulación y capitán; estamos exhaustos, hambrientos, y quisiéramos encontrar un sitio para dormir. Nos gustaría que nos dieran la llave de la ciudad, o algo parecido, y que alguien nos estrechara la mano y nos dijera: "¡Bravo!" y "¡Enhorabuena, amigos!" Eso es todo.

El señor lii era alto, vaporoso, delgado, y llevaba unas gafas de gruesos cristales azules sobre los ojos amarillos. Se inclinó sobre el escritorio y se puso a estudiar unos papeles. De cuando en cuando alzaba la vista y observaba con atención a sus visitantes.

-No creo tener aquí los formularios -dijo revolviendo los cajones del escritorio-. ¿Dónde los habré puesto? Deben de estar en alguna parte... ¡Ah, sí, aquí! -Le alcanzó al capitán unos papeles-. Tendrá usted que firmar, por supuesto.

-¿Tenemos que pasar por tantas complicaciones? -preguntó el capitán.

El señor Iii le lanzó una mirada vidriosa.

-¿No dice que viene de la Tierra? Pues tiene que firmar.

El capitán escribió su nombre.

-¿Es necesario que firmen también los tripulantes?

El señor Iii miró al capitán, luego a los otros tres y estalló en una carcajada burlona.

-¡Que ellos firmen! ¡Ah, admirable! ¡Que ellos, oh, que ellos firmen! -Los ojos se le llenaron de lágrimas. Se palmeó una rodilla y se dobló en dos sofocado por la risa. Se apoyó en el escritorio-. ¡Que ellos firmen!

Los cuatro hombres fruncieron el ceño.

-¿Es tan gracioso?

-¡Que ellos firmen! -suspiró el señor Iii, debilitado por su hilaridad-. Tiene gracia. Debo contárselo al señor Xxx.

Examinó el formulario, riéndose aún a ratos.

-Parece que todo está bien. -Movió afirmativamente la cabeza-. Hasta su conformidad para una posible eutanasia -cloqueó.

-¿Conformidad para qué?

-Cállese. Tengo algo para usted. Aquí está. La llave.

El capitán se sonrojó.

-Es un gran honor...

-¡No es la llave de la ciudad, imbécil! -ladró el señor Iii-. Es la de la Casa. Vaya por aquel pasillo, abra la puerta grande, entre y cierre bien. Puede pasar allí la noche. Por la mañana le mandaré al señor Xxx.

El capitán titubeó, tomó la llave y se quedó mirando fijamente las tablas del piso. Sus hombres tampoco se movieron. Parecían secos, vacíos, como si hubiesen perdido toda la pasión y la fiebre del viaje.

-¿Qué le pasa? -preguntó el señor Iii-. ¿Qué espera? ¿Qué quiere? -Se adelantó y estudió de cerca el rostro del capitán. -¡Váyase!

-Me figuro que no podría usted... -sugirió el capitán-, quiero decir... En fin... Hemos trabajado mucho, hemos hecho un largo viaje y quizá pudiera usted estrecharnos la mano y darnos la enhorabuena -añadió con voz apagada-. ¿No le parece?

El señor Iii le tendió rígidamente la mano y le sonrió con frialdad.

-¡Enhorabuena! -y apartándose dijo-: Ahora tengo que irme. Utilice esa llave.

Sin fijarse más en ellos, como si se hubieran filtrado a través del piso, el señor Iii anduvo de un lado a otro por la habitación, llenando con papeles una cartera. Se entretuvo en la oficina otros cinco minutos, pero sin dirigir una sola vez la palabra al solemne cuarteto inmóvil, cabizbajo, de piernas de plomo, brazos colgantes y mirada apagada.

Al fin cruzó la puerta, absorto en la contemplación de sus uñas...

Avanzaron pesadamente por el pasillo, en la penumbra silenciosa de la tarde, hasta llegar a una pulida puerta de plata. La abrieron con la llave, también de plata, entraron, cerraron, y se volvieron.

Estaban en un vasto aposento soleado. Sentados o de pie, en grupos, varios hombres y mujeres conversaban junto a las mesas. Al oír el ruido de la puerta miraron a los cuatro hombres de uniforme.

Un marciano se adelantó y los saludó con una reverencia.

-Yo soy el señor Uuu.

-Y yo soy el capitán Jonathan Williams, de la ciudad de Nueva York, de la Tierra -dijo el capitán sin mucho entusiasmo.

Inmediatamente hubo una explosión en la sala.

Los muros temblaron con los gritos y exclamaciones. Hombres y mujeres gritando de alegría, derribando las mesas, tropezando unos con otros, corrieron hacia los terrestres y, levantándolos en hombros, dieron seis vueltas completas a la sala, saltando, gesticulando y cantando.

Los terrestres estaban tan sorprendidos que durante un minuto se dejaron llevar por aquella marea de hombros antes de estallar en risas y gritos.

-¡Esto se parece más a lo que esperábamos!

-¡Esto es vida! ¡Bravo! ¡Bravo!

Se guiñaban alegremente los ojos, alzaban los brazos, golpeaban el aire.

-¡Hip! ¡Hip! -gritaban.

-¡Hurra! -respondía la muchedumbre.

Al fin los pusieron sobre una mesa. Los gritos cesaron. El capitán estaba a punto de llorar:

-Gracias. Gracias. Esto nos ha hecho mucho bien.

-Cuéntenos su historia -sugirió el señor Uuu.

El capitán carraspeó y habló, interrumpido por los ¡oh! y ¡ah! del auditorio. Presentó a sus compañeros, y todos pronunciaron un discursito, azorados por el estruendo de los aplausos.

El señor Uuu palmeó al capitán.

-Es agradable ver a otros de la Tierra. Yo también soy de allí.

-¿Qué ha dicho usted?

-Aquí somos muchos los terrestres.

El capitán lo miró fijamente.

-¿Usted? ¿Terrestre? ¿Es posible? ¿Vino en un cohete? ¿Desde cuándo se viaja por el espacio? -Parecía decepcionado. -¿De qué... de qué país es usted?

-De Tuiereol. Vine hace años en el espíritu de mi cuerpo.

-Tuiereol. -El capitán articuló dificultosamente la palabra. -No conozco ese país. ¿Qué es eso del espíritu del cuerpo?

-También la señorita Rrr es terrestre. ¿No es cierto, señorita Rrr?

La señorita Rrr asintió con una risa extraña.

-También el señor Www, el señor Qqq y el señor Vvv.

-Yo soy de Júpiter -dijo uno pavoneándose.

-Yo de Saturno -dijo otro. Los ojos le brillaban maliciosamente.

-Júpiter, Saturno -murmuró el capitán, parpadeando.

Todos callaron; los marcianos, ojerosos, de pupilas amarillas y brillantes, volvieron a agruparse alrededor de las mesas de banquete, extrañamente vacías. El capitán observó, por primera vez, que la habitación no tenía ventanas. La luz parecía filtrarse por las paredes. No había más que una puerta.

-Todo esto es confuso. ¿Dónde diablo está Tuiereol? ¿Cerca de América? -dijo el capitán.

-¿Que es América?

-¿No ha oído hablar del continente americano y dice que es terrestre?

El señor Uuu se irguió enojado.

-La Tierra está cubierta de mares, es sólo mar. No hay continentes. Yo soy de allí y lo sé.

El capitán se echó hacia atrás en su silla.

-Un momento, un momento. Usted tiene cara de marciano, ojos amarillos, tez morena.

-La Tierra es sólo selvas -dijo orgullosamente la señorita Rrr-. Yo soy de Orri, en la Tierra; una civilización donde todo es de plata.

El capitán miró sucesivamente al señor Uuu, al señor Www, al señor Zzz, al señor Nnn, al señor Hhh y al señor Bbb, y vio que los ojos amarillos se fundían y apagaban a la luz, y se contraían y dilataban. Se estremeció, se volvió hacia sus hombres y los miró sombríamente.

-¡Comprenden qué es esto?

-¿Qué, señor?

-No es una celebración -contestó agotado el capitán-. No es un banquete. Estas gentes no son representantes del gobierno. Esta no es una fiesta de sorpresa. Mírenles los ojos. Escúchenlos.

Retuvieron el aliento. En la sala cerrada sólo había un suave movimiento de ojos blancos.

-Ahora entiendo -dijo el capitán con voz muy lejana- por qué todos nos daban papelitos y nos pasaban de uno a otro, y por qué el señor Iii nos mostró un pasillo y nos dio una llave para abrir una puerta y cerrar una puerta. Y aquí estamos...

-¿Dónde, capitán?

-En un manicomio.

Era de noche. En la vasta sala silenciosa, tenuemente alumbrada por unas luces ocultas en los muros transparentes, los cuatro terrestres, sentados alrededor de una mesa de madera, conversaban en voz baja, con los rostros juntos y pálidos. Hombres y mujeres yacían desordenadamente por el suelo. En los rincones oscuros había leves estremecimientos: hombres o mujeres solitarios que movían las manos. Cada media hora uno de los terrestres intentaba abrir la puerta de plata.

-No hay nada que hacer. Estamos encerrados.

-¿Creen realmente que somos locos, capitán?

-No hay duda. Por eso no se entusiasmaron al vernos. Se limitaron a tolerar lo que entre ellos debe de ser un estado frecuente de psicosis. -Señaló las formas oscuras que yacían alrededor. -Paranoicos todos. ¡Qué bienvenida! -Una llamita se alzó y murió en los ojos del capitán. -Por un momento creí que nos recibían como merecíamos. Gritos, cantos y discursos. Todo estuvo muy bien, ¿no es cierto? Mientras duró.

-¿Cuánto tiempo nos van a tener aquí?

Hasta que demostremos que no somos psicópatas.

-Eso será fácil.

-Espero que sí.

-No parece estar muy seguro

-No lo estoy. Mire aquel rincón.

De la boca de un hombre en cuclillas brotó una llama azul. La llama se transformó en una mujercita desnuda, y susurrando y suspirando se abrió como una flor en vapores de color cobalto.

El capitán señaló otro rincón. Una mujer, de pie, se encerró en una columna de cristal; luego fue una estatua dorada, después una vara de cedro pulido, y al fin otra vez una mujer.

En la sala oscurecida todos exhalaban pequeñas llamas violáceas móviles y cambiantes, pues la noche era tiempo de transformaciones y aflicción.

-Magos, brujos -susurró un terrestre.

-No, alucinados. Nos comunican su demencia y vemos así sus alucinaciones. Telepatía. Autosugestión y telepatía.

-¿Y eso le preocupa, capitán?

-Sí. Si esas alucinaciones pueden ser tan reales, tan contagiosas, tanto para nosotros como para cualquier otra persona, no es raro que nos hayan tomado por psicópatas. Si aquel hombre es capaz de crear mujercitas de fuego azul, y aquella mujer puede transformarse en una columna, es muy natural que los marcianos normales piensen que también nosotros hemos creado nuestro cohete.

-Oh -exclamaron sus hombres en la oscuridad.

Las llamas azules brotaban alrededor de los terrestres, brillaban un momento, y se desvanecían. Unos diablillos de arena roja corrían entre los dientes de los hombres dormidos. Las mujeres se transformaban en serpientes aceitosas. Había un olor de reptiles y bestias.

Por la mañana todos estaban de pie, frescos, contentos y normales. No había llamas ni demonios. El capitán y sus hombres se habían acercado a la puerta de plata, con la esperanza de que se abriera.

El señor Xxx llegó unas cuatro horas después. Los terrestres sospecharon que había estado esperando del otro lado de la puerta, espiándolos por lo menos durante tres horas. Con un gesto les pidió que lo acompañaran a una oficina pequeña.

Era un hombre jovial, sonriente, si se le juzgaba por su máscara. En ella estaban pintadas no una sonrisa, sino tres.

Detrás de la máscara, su voz era la de un psiquiatra no tan sonriente.

-Y bien, ¿qué pasa?

-Usted cree que estamos locos, y no lo estamos -dijo el capitán.

-Yo no creo que todos estén locos -replicó el psiquiatra señalando con una varita al capitán-. El único loco es usted. Los otros son alucinaciones secundarias.

El capitán se palmeó una rodilla.

-¡Ah, es eso! ¡Ahora comprendo por qué se rió el señor Iii cuando sugerí que mis hombres firmaran los papeles!

El psiquiatra rió a través de su sonrisa tallada.

-Sí, ya me lo contó el señor Iii. Fue una broma excelente. ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí. Alucinaciones secundarias. A veces vienen a verme mujeres con culebras en las orejas. Cuando las curo, las culebras se disipan.

-Nosotros nos alegraremos de que nos cure. Siga.

El señor Xxx pareció sorprenderse.

-Es raro. No son muchos los que quieren curarse. Le advierto a usted que el tratamiento es muy severo.

-¡Siga curándonos! Pronto sabrá que estamos cuerdos.

-Permítame que examine sus papeles. Quiero saber si están en orden antes de iniciar el tratamiento. -Y el señor Xxx examinó el contenido de una carpeta.- Sí. Los casos como el suyo necesitan un tratamiento especial. Las personas de aquella sala son casos muy simples. Pero cuando se llega como usted, debo advertírselo, a alucinaciones primarias, secundarias, auditivas, olfativas y labiales, y a fantasías táctiles y ópticas, el asunto es grave. Es necesario recurrir a la eutanasia.

El capitán se puso en pie de un salto y rugió:

-Mire, ¡ya hemos aguantado bastante! ¡Sométanos a sus pruebas, verifique los reflejos, auscúltenos, exorcícenos, pregúntenos!

-Hable libremente.

El capitán habló, furioso, durante una hora. El psiquiatra escuchó.

-Increíble. Nunca oí fantasía onírica más detallada.

-¡No diga estupideces! ¡Le enseñaremos nuestro cohete! -gritó el capitán.

-Me gustaría verlo. ¿Puede usted manifestarlo en esa habitación?

-Por supuesto. Está en ese fichero, en la letra C.

El señor Xxx examinó atentamente el fichero, emitió un sonido de desaprobación, y lo cerró solemnemente.

-¿Por qué me ha engañado usted? El cohete no está aquí.

-Claro que no, idiota. Ha sido una broma. ¿Bromea un loco?

-Tiene usted unas bromas muy raras. Bueno, salgamos. Quiero ver su cohete.

Era mediodía. Cuando llegaron al cohete hacía mucho calor.

-Ajá.

El psiquiatra se acercó a la nave y la golpeó. El metal resonó suavemente.

-¿Puedo entrar?-preguntó con picardía.

-Entre.

El señor Xxx desapareció en el interior del cohete.

-Esto es exasperante -dijo el capitán, mordisqueando un cigarro-. Volvería gustoso a la Tierra y les aconsejaría no ocuparse más de Marte. ¡Qué gentes más desconfiadas!

-Me parece que aquí hay muchos locos, capitán. Por eso dudan tanto quizá.

-Sí, pero es muy irritante.

El psiquiatra salió de la nave después de hurgar, golpear, escuchar, oler y gustar durante media hora.

-Y bien, ¿está usted convencido? -gritó el capitán como si el señor Xxx fuera sordo.

El psiquiatra cerró los ojos y se rascó la nariz.

-Nunca conocí ejemplo más increíble de alucinación sensorial y sugestión hipnótica. He examinado el "cohete", como lo llama usted. -Golpeó la coraza. -Lo oigo. Fantasía auditiva. -Aspiró. -Lo huelo. Alucinación olfativa inducida por telepatía sensorial. -Acercó sus labios al cohete. -Lo gusto. Fantasía labial.

El psiquiatra estrechó la mano del capitán:

-¿Me permite que lo felicite? ¡Es usted un genio psicópata! Ha hecho usted un trabajo completo. La tarea de proyectar una imaginaria vida psicópata en la mente de otra persona por medio de la telepatía, y evitar que las alucinaciones se vayan debilitando sensorialmente, es casi imposible. Las gentes de mi pabellón se concentran habitualmente en fantasías visuales, o cuando más en fantasías visuales y auditivas combinadas. ¡Usted ha logrado una síntesis total! ¡Su demencia es hermosísimamente completa!

El capitán palideció:

-¿Mi demencia?

-Sí. Qué demencia más hermosa. Metal, caucho, gravitadores, comida, ropa, combustible, armas, escaleras, tuercas, cucharas. He comprobado que en su nave hay diez mil artículos distintos. Nunca había visto tal complejidad. Hay hasta sombras debajo de las literas y debajo de todo. ¡Qué poder de concentración! Y todo, no importan cuándo o cómo se pruebe, tiene olor, solidez, gusto, sonido. Permítame que lo abrace. -El psiquiatra abrazó al capitán.- Consignaré todo esto en lo que será mi mejor monografía. El mes que viene hablaré en la Academia Marciana. Mírese. Ha cambiado usted hasta el color de sus ojos, del amarillo al azul, y la tez de morena a sonrosada. ¡Y su ropa, y sus manos de cinco dedos en vez de seis! ¡Metamorfosis biológica a través del desequilibrio psicológico! Y sus tres amigos...

El señor Xxx sacó un arma pequeña:

-Es usted incurable, por supuesto. ¡Pobre hombre admirable! Muerto será más feliz. ¿Quiere usted confiarme su última voluntad?

-¡Quieto por Dios! ¡No haga fuego!

-Pobre criatura. Lo sacaré de esa miseria que lo llevó a imaginar este cohete y estos tres hombres. Será interesantísimo ver cómo sus amigos y su cohete se disipan en cuanto yo lo mate. Con lo que observe hoy escribiré un excelente informe sobre la disolución de las imágenes neuróticas.

-¡Soy de la Tierra! Me llamo Jonathan Williams y estos...

-Sí, ya lo sé -dijo suavemente el señor Xxx, y disparó su arma.

El capitán cayó con una bala en el corazón. Los otros tres se pusieron a gritar.

El señor Xxx los miró sorprendido.

-¿Siguen ustedes existiendo? ¡Soberbio! Alucinaciones que persisten en el tiempo y en el espacio. -Apuntó hacia ellos. -Bien, los disolveré con el miedo.

-¡No! -gritaron los tres hombres.

-Petición auditiva, aun muerto el paciente -observó el señor Xxx mientras los hacía caer con sus disparos.

Quedaron tendidos en la arena, intactos, inmóviles. El señor Xxx los tocó con la punta del pie y luego golpeó la coraza del cohete.

-¡Persiste! ¡Persisten! -exclamó y disparó de nuevo su arma, varias veces, contra los cadáveres. Dio un paso atrás. La máscara sonriente se le cayó de la cara.

-Alucinaciones -murmuró aturdidamente-. Gusto. Vista. Olor. Tacto. Sonido.

El rostro del menudo psiquiatra cambió lentamente. Se le aflojaron las mandíbulas. Soltó el arma. Miró alrededor con ojos apagados y ausentes. Extendió las manos como un ciego, y palpó los cadáveres, sintiendo que la saliva le llenaba la boca.

Movió débilmente las manos, desorbitado, babeando.

-¡Váyanse! -les gritó a los cadáveres-. ¡Váyase! -le gritó al cohete.

Se examinó las manos temblorosas.

-Contaminado -susurró-. Víctima de una transferencia. Telepatía. Hipnosis. Ahora soy yo el loco. Contaminado. Alucinaciones en todas sus formas. -Se detuvo y con manos entumecidas buscó a su alrededor el arma. -Hay sólo una cura, sólo una manera de que se vayan, de que desaparezcan.

Se oyó un disparo.

Los cuatro cadáveres yacían al sol; el señor Xxx cayó junto a ellos.

El cohete, reclinado en la colina soleada, no desapareció.

Cuando en el ocaso del día la gente del pueblo encontró el cohete, se preguntó qué sería aquello. Nadie lo sabía; por lo tanto fue vendido a un chatarrero, que se lo llevó para desmontarlo y venderlo como hierro viejo.

Aquella noche llovió continuamente. El día siguiente fue bueno y caluroso.