lunes, 1 de diciembre de 2008

Viaje en avión






Viaje en avión
Estábamos en el avión, de repente empezó a haber turbulencias, había mucho viento y el avión se estrelló contra unas altas rocas, solo sobrevivimos seis personas. Como estábamos solos, decidimos ayudarnos unos a otros. Empezamos a caminar pero como estábamos cansados empezamos a montar unas casetas con palos, hojas de palmeras y otros árboles. Algunos llevábamos comida y mantas y con eso nos remediamos esa noche. Al despertar fuimos a buscar leña, comida y a ver si había más gente o si estábamos solos. Algunos encontraron plásticos y los utilizamos para no mojarnos en las casetas, otros encontraron comida (mangos, cocos…), uno de los más valientes cazó tres jabalíes. Nos dimos cuenta de que algunos llevábamos móvil, empezamos a llamar pero no había cobertura, no había nada que hacer sino esperar y sobrevivir como podíamos. Entre los sobrevivientes había una pareja, la mujer estaba embarazada pero con el golpe perdió al bebé, estaba triste pero entre todos la ayudamos y se animó a salir a caminar. Mientras caminaba se encontró con una tribu que hablaba en español, ella les contó todo lo que había pasado pero no la creyeron, ella los llevó a donde estábamos y al vernos allí nos dijeron que tuviéramos cuidado porque había una tribu caníbal. Todos nos asustamos pero ellos nos dieron un bebedizo para que no nos olieran. Pasaron varias semanas y nos quedábamos sin comida, fuimos a cazar, y volvimos con bastante comida. Al lado de donde estábamos había un río, construimos una especie de caseta como baño y nos bañábamos por turnos. Uno de los hombres se enamoró de la mujer que había perdido a su hijo, Lucía, y decidió apartarla de su marido, lo consiguió. Esos dos hombres, David y Manuel, tenían peleas constantes pero al final se acabaron porque Manuel se enamoró de otra del grupo, Ana. Decidimos ir al avión para ver si conseguíamos algo, pero no encontraron nada, volvieron a las casetas y se encontraron con uno de los chicos muertos, era Manuel, Lucía y David no se alegraron de su muerte pero tampoco se pusieron tristes, simplemente lo pasaron. Solo quedábamos cinco, Lucía, David, Marco, Ana, y yo, María. Era de noche, preparamos la cena, comimos y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, fuimos Marco y yo a buscar a la tribu que hablaba español para que nos diera más bebedizo y cremas para que los caníbales no nos olieran. Nos lo dieron y nos fuimos, de camino a las casetas cogimos comida, fruta… Estábamos aburridos y nos fuimos a bañar en el mar, era un día de verano y los mosquitos no paraban de picar, Marco llevaba crema para los mosquitos y nos dijo que nos pusiéramos, pero poco para que durara lo suficiente. Poco a poco fuimos aprendiendo a preparar las cremas y bebedizos para que no nos olieran los caníbales y la crema para los mosquitos. Las cremas y los bebedizos ya no funcionaban, los caníbales sabían que estábamos ahí. Empezamos una lucha por la supervivencia, pero vimos que si estábamos unidos, nos sería mucho más fácil la supervivencia. Fuimos mejorando nuestras cremas y bebedizos pero no dieron resultado. Decidimos que matarlos era la mejor opción, y así lo hicimos. Cada noche salía uno, y mataba los que podía, aprovechábamos que estaban dormidos y que por mucho ruido que hiciéramos no se despertaban. Los matamos a todos y los fuimos almacenando para comerlos en caso de que no encontráramos nada que comer. Íbamos haciendo sal, aprovechando que teníamos el mar al lado y pusimos los cuerpos en la sal para que no se echaran a perder. Cada vez caminábamos más e íbamos encontrando nuevas guaridas. Decidimos cambiarnos de lugar, pero que estuviera cerca del mar para que no nos faltara la sal. Poco a poco la isla era más nuestra que de las tribus que allí habitaban. Cada sitio que habíamos dejado, estaba perfectamente limpio, cuidado y lleno de flores. La tribu que nos había proporcionado las cremas y los bebedizos, poco a poco se fue muriendo y no los guardamos, porque como tenían comida suficiente, la cogimos para nosotros. Esa cueva donde ellos vivían, la picamos y la convertimos en un cementerio. Encontramos metales y lo transformamos en monedas, íbamos encontrando cosas y fuimos inventando teléfonos que funcionaban sin necesidad de cobertura, llamamos a nuestros familiares y les dijimos que estábamos en una isla que estaba un poco abandonada y que poco a poco la fuimos arreglando y ya sirve para vivir. Fuimos construyendo casas y tiendas por si llegaban turistas, nuestros propios familiares… nos hicimos ilusiones y poco a poco fue llegando gente. Nos conocían en todo el mundo por haber poblado una isla. La llamaron Isla Perdida, no porque estuviera perdida, sino porque no se sabía de su existencia hasta que llegamos nosotros. Nos faltaban muchas cosas, el aeropuerto, el muelle, hoteles… teníamos casas pero llegaban más turistas de los que cabían y como la isla está cerca de España, el gobierno nos fue dando el dinero suficiente como para ir construyendo lo que nos faltaba. Terminamos de construir todo, pusimos Internet, nos regalaron ordenadores portátiles, pero como no le cogimos miedo a los aviones estamos aquí en Jamaica pasando unas vacaciones y contando nuestra historia.
Xiwawa

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