En breves momentos voy a salir mis amigos. Nos vamos a disfrazar cada uno de un personaje de terror y vamos a ir asustando a la gente, incluso tenemos planeado ir al viejo cementerio de nuestro pueblo. Mi amiga Nati irá con su jersey de rayas rojas y negras, su sombrero y sus cuchillas, ella será Freddy Kruger. Luis, con sus colmillos y su capa, el Conde Drácula. Damián, con su máscara blanca y su motosierra, será Jason Voorhes, y yo, como no podía ser de otro modo y siguiendo mi tradición de todos los 31 de octubre, con mi ropa ensangrentada, mi cara llena de cicatrices y de heridas, y mis raros andares, un zombie. Esta noche va a ser genial.
Justo cuando iba a salir de casa, me llamo mi madre. Me dice que tenga cuidado y que sea responsable, dice que en Halloween anda mucho loco suelto y unas cuantas cosas más. No sé porqué le gusta tan poco Halloween.
Después de mucho caminar y ver mucho niño disfrazado intentando asustarme, llegué a la plaza, donde se encontraban mis amigos. Tras mucho debate, conseguimos ponernos de acuerdo y decidimos ir al viejo cementerio.
Allí estábamos, comiendo las golosinas que nos dieron las viejas a las que les tocamos la puerta, aunque había mucha tacaña suelta... a una de ellas, le pedimos caramelos, y nos dijo “aaah no mi niño, yo ya no tengo tiempo para esas cosas, y con la pensión no me da para caramelos”, desde luego... en fin, nos pasamos media noche allí de juerga, para muchos sería el lugar menos apropiado, pero para nosotros era el mejor, todos compartíamos el gusto por lo siniestro y lo macabro.
De repente, bajo mis pies el suelo empezó a moverse y vi salir una mano del suelo. ¡No me lo podía creer, algo debimos de hacer, que despertamos a los que dormían plácidamente!
Empezaron a levantarse “caminantes” y se movían, como si no estuviéramos allí, hasta que de repente, una mujer que me resultaba conocida se dio cuenta, y comenzaron a perseguirnos. Más que asustado, yo estaba fascinado, hipnotizado contemplando aquel espectáculo. Nati me dijo que corriera, pero estaba paralizado. Damián me agarró del brazo y salimos corriendo sin mirar atrás. Fuimos todos a mi casa, por lo que mi madre se quedó sorprendida. Decidimos contarle lo que había pasado. Después de una buena regañina, y de mucho gritarnos por la idea de ir al cementerio se quedó en silencio, y lo único que dijo fue:
No, otra vez no…
Todos nos quedamos mirándonos en silencio, y luego me miraron a mí. Le pregunté a mi madre que qué había ocurrido. Dijo:
Tal día como hoy, hace veinte años, sucedió que, unos chavales como vosotros también fueron al antiguo cementerio, aunque por aquel entonces, estaba casi recién construido. Algo debieron hacer, que al día siguiente, cuando todo el mundo despertó, las calles estaban plagadas de caminantes. Nos dijeron que debíamos abandonar Barlowintou, pero el cuánto el problema se solucionó, y nadie supo nunca el cómo, volvimos porque teníamos todas nuestras vidas aquí. Aunque muchos dijimos que había que destruir el cementerio, no nos hicieron caso, y como hace dos décadas, otra vez , han despertado los caminantes.