lunes, 16 de febrero de 2009

Un mundo fantástico



Eran las 6:30 del lunes, me levanté, me asomé a la ventana, vi que hacía buen tiempo y fui al armario. Cogí la ropa, me la puse y me miré en el espejo de cuerpo entero que había en mi cuarto. Al principio todo era normal, pero a los pocos segundos, todo empezó a cambiar, lo que se veía en el espejo no era lo que había en mi habitación. Me quedé boquiabierta. Era como si el espejo me estuviera llamando, lo toqué con la mano y me caí a la otra parte. Me quedé asombrada, todo aquello era fantástico, lo que siempre había soñado. Era una sensación extraña, era como si todo estuviera programado. Me di unas vueltas por aquel extraño mundo y me gustó, hasta que llegué a una especie de tienda pequeña. Entré en esa tienda y allí había un hombre, me dijo que tuviera cuidado que las cosas allí no eran como parecían. Salí corriendo de allí pero no encontraba mi casa, estaba sola en aquel sitio. Me di cuenta de que tenía el móvil en el bolsillo, lo saqué y no tenía batería. Me dio miedo, allí se hacía de noche muy pronto. Me senté en el banco de una plaza y se me ocurrió ir a la tienda de antes. Me levanté, miré hacia los lados para ver si venía alguien, salí corriendo y llegué a la tienda en muy poco tiempo. Estaba cerrada. Toqué la puerta, esperé un rato y me abrió una mujer. Le dije que hacía unas horas había pasado por aquí y me había atendido un hombre. La mujer se metió en la casa y de pronto se oyó: ¡Venanciooooooooooo! Casi me caigo del susto. Al poco tiempo, salió un hombre en pijama. Me dijo que entrara. Empezamos a hablar y le dije que no encontraba mi casa y que si tenía un cargador de móvil. Le enseñé el móvil y me dijo que tenía suerte que su móvil era igual. Puse el móvil a cargar y cené lo que me había preparado Margarita, la mujer de Venancio. El móvil empezó a sonar, me había llegado una recarga de 50€. Aproveché y llamé a mis padres para decirles que estaba bien y que cuando llegara le contaba lo que había pasado pero no contestó nadie. Estaba preocupada. Margarita y Venancio me dijeron que me acostara y que estuviera tranquila, que ellos me ayudaban mañana a buscar mi casa. Esa noche no pegué ojo, fue la noche más larga de mi vida. Al fin se hizo de día, Venancio fue el primero que se levantó e hizo el desayuno. Llamó a Margarita para que se levantara y desayunara. Yo no comí nada, ellos terminaron de comer y salimos a buscar mi casa. Estuvimos dos horas hasta que la encontramos. Entré en mi casa, fui a mi habitación y me miré en el espejo. No se veía la habitación en la que estaba ahora, sino la de verdad. Toqué el espejo y mi mano pasó. Antes de pasar, le pregunté a Venancio que en qué año estábamos y me dijo que en el 2007. Entonces me decidí a pasar. Estaba en mi habitación, me recorrí toda la casa y no encontré a mis padres. Salí a afuera y estaba saliendo mi vecina, Alfredo, le pregunté que en qué año estábamos y me dijo que en 2009. Yo me quedé paralizada, hacía solo dos minutos, Venancio me había dicho que estábamos en 2007. Habían pasado dos años en tan solo cinco minutos. Cuando me recuperé, fui al supermercado, me compré un paquete de galletas y un jugo. De repente salí del supermercado, es como si fuera un sueño. Abrí los ojos y estaba en una habitación de hospital. Solo vi a mi abuela. Le pregunté que donde estaban todos y no me respondió, ella salió y entró el médico. Me dijo que estaba viva de milagro, que hacía dos años que estaba en coma, que temían por mi vida. A mí eso no me importaba, yo quería saber donde estaban mis padres. Le pregunté al médico que donde estaban mis padres y me dijo que estaban muertos. Me desmayé. El médico me reanimó muy rápido porque podría volver al coma. Estuve varios meses yendo a psicólogos y con tratamientos para la depresión. Me recuperé y decidí volver a los estudios. Estuve estudiando varios años. Hice una carrera de abogado y de policía. Me metí a investigar el caso de mis padres, miré documentos, archivos… todo. Habían dejado el caso aparcado, me lo estaban reservando a mí porque yo se los había pedido. Encontré muchas cosas, huellas. Investigué a ver de quiénes eran. Eran de un hombre llamado Venancio y de una mujer llamada Margarita. Estos nombres me eran familiares. Me tomé un descanso para tomar un café y pensar un poco. De repente me vino a la cabeza ese extraño sueño que había tenido y me di cuenta que quiénes habían matado a mis padres eran esos señores que me habían ayudado. Pasaron las horas, era de noche, cené y me acosté. En poco tiempo me quedé dormida. Eran las tres de la madrugada, me levanté asustada, se me habían aparecido mis padres. Me dijeron que Venancio y su mujer vivían en Venezuela, que se habían ido después de asesinarlos porque tenían miedo. Eran las tres y cuarto de la madrugada, esa noche no dormí más. A las ocho me vestí, desayuné y me fui a una agencia de viajes. Salía a las tres de la tarde. Llegué a Venezuela y me fui a un hotel, decidí descansar. Al día siguiente, cuando me vestí, me miré al espejo de la habitación y esta vez no era un sueño, pasé al otro lado del espejo pero no me perdí. Estuve andando por las calles, y me encontré a una mujer que estaba sola, me acerqué y le pregunté: ¿Qué le pasa? ¿Por qué está sola? Y ella me respondió: no tengo familia, ni casa, pero vete de aquí si no quieres que te pase lo mismo que a tus padres. Yo me asusté y salí corriendo hacia la casa del espejo. Me miré y pasé. Estaba en el hotel, el camarero estaba tocando la puerta, le dije que pasara y que me perdonara porque me había quedado dormida, pero cuando le miré la cara me di cuenta de que era el, Venancio. Salí corriendo hacia la maleta cogí las esposas y lo detuve. Hablé con el dueño, le dije que era policía y que tenía a uno de sus empleados detenido. Fue conmigo a la habitación y al verlo se quedó asustado. Me dijo que para lo que necesitara estaba allí. Estuve interrogándolo dos horas pero no soltó nada. Lo amarré a la silla para que no se escapara y fui a donde estaba el dueño del hotel. Le pregunté que si conocía a Margarita, la mujer de Venancio. Se quedó pensativo un rato y después fue a la cocina. Me trajo a una mujer que se llamaba Margarita. Era ella. Cogí las esposas y la detuve. La llevé a mi habitación y la amarré a otra silla. Llamé a mi jefe, le dije que ya los había encontrado y que dentro de unas horas estaba ahí. Le dije al dueño del hotel que se quedara vigilando y que no se le ocurriera soltarlos. Fui a la agencia que quedaba más cerca y pedí tres billetes. Volví al hotel y metí las cosas en la maleta. Pedí un taxi y fui al aeropuerto. Llegamos a España, intentaron escapar, pero no lo consiguieron, porque yo había pedido refuerzos. Yo me tranquilicé. Ya había pasado todo, estaban en la cárcel. Y todo gracias a un espejo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

pues digamos que ews muy fantastico.

Anónimo dijo...

Esta bastante biien pero hay cosas que no se entendian

Anónimo dijo...

me gusta la historiA...XDDDDDD