martes, 18 de enero de 2011

La cajita de madera


Me dirigía a La Habana porque mi padre estaba a punto de morir. Antes de subirme al barco en Santa Cruz de La Palma despedí a mi esposa y a mis hijos. Me subí al barco y cuando iba por la cubierta mirando el barco habían unos marineros hablando entre ellos y los escuché habían dicho que algo malo iba a pasar. Yo intrigado les pregunté que había pasado. Ellos me respondieron diciéndome que el ancla se había caído y que eso era señal de mala suerte. Entonces yo pensé que era algo normal porque a lo mejor la cuerda del ancla estaba en mal estado. Seguí caminando por la cubierta y observándolo todo, cuando miré la madera que había por el suelo me di cuenta que había algo raro debajo, levante un poco el pedazo de madera y había una cajita, la abrí y dentro tenía una pulserita y una muñeca muy pequeña, como de una niña. Miré por todos lados a ver si veía a alguna niña. No había nadie por la cubierta, ni si quiera ningún marinero. Pensé que estarían despidiendo a sus familiares. Pensé que sería mejor ir a buscar el camarote antes de que hubiera un montón de gente por los pasillos y tener que tropezarte con ellos. Mi camarote era el número 187, cuando llegué al camarote solté la maleta que llevaba en la mano encima de la litera, deje la caja en la pequeña mesilla de noche y salí a la cubierta a fumarme un cigarro. Cuando estaba ya fuera el barco había empezado a zarpar y mucha gente ya estaba yendo para los camarotes. Me terminé el cigarro y fui a inspeccionar un rato por toda la cubierta. Me tropecé con un pedazo de periódico lo leí un poco por encima y decía lo siguiente:

“Antes de que llegué el barco Valbanera a La Habana puede encontrarse con un huracán muy peligroso”





Me asusté y le enseñé el pedazo de periódico a un hombre que había por allí, y me dijo:
-Eso es mentira, seguro que no pasará nada, además estamos en verano y ahora no hay huracanes.

Ya cuando decidí tranquilizarme me mentalicé y pensé que era verdad lo que el hombre decía. Entre para dentro del barco y fui directamente a mi camarote a ver quien me había tocado de acompañante en el camarote. Cuando entré estaba el hombre a quien le había enseñado el periódico allí sentado en la cama mirando la caja que me había encontrado y me dijo:
-Esta caja es de una niña muda que estaba corriendo por la cubierta y su padre la cogió en brazos para ir a despedirse de su madre, la niña desesperada quería coger la caja pero como no podía hablar no pudo hacer nada.
Y yo le dije: -¿Por qué no la cogió usted y se la dio?
-Porque no puedo agacharme-me respondió
Nos quedamos como un minuto callados hasta que yo le pregunté su nombre a lo que el me contestó Ramón.




Después de un rato hablando en el camarote decidimos ir a comer al bufete libre que había en la última planta. Cuando llegamos al bufete todo el mundo nos estaba mirando un tanto extraño. Intenté buscar entre toda la gente a la niña de la caja y haber si Ramón podía decirme quien era. Ramón miraba a todas partes pero casi no había niños en el bufet. Cuando terminamos de comer fuimos a dar una vuelta por la cubierta. Cuando salimos empezó a llover y el barco a moverse, porque el mar estaba malo.
Decidimos irnos al camarote. Yo llamé a mi mujer para preguntarle por los niños y por ella. No había cobertura. Decidí llamarla al día siguiente porque estaba el tiempo malo y por eso seguramente no había cobertura.
Después de hablar un rato con Ramón sobre la niña nos fuimos a dormir ya que el barco se estaba moviendo muchísimo.
Me desperté de madrugada por los movimientos del barco, me asomé al pasillo y estaba toda la gente corriendo por los pasillos y gritando que el barco se hundía. Ramón no estaba en su cama, al parecer se había ido y no me había avisado. Decidí coger la cajita de la niña y algunas de mis pertenencias. Salí al pasillo y uno de los hombres que estaba repartiendo los chalecos salvavidas me dio uno. Me lo puse y salí a la cubierta a subirme en unos de los botes que tenían techo. Cuando intentaba llegar a la cubierta empezó a entrar muchísima agua por los pasillos. Estuve un rato corriendo hasta que llegué a la cubierta, y cuando llegué solo había una niña que parecía que estaba un poco desesperada. Le dije que me cogiera de la mano y no me soltara. Su mano estaba congelada y empapada de agua. Cuando la niña me dio la mano salimos corriendo los dos recorriendo toda la cubierta en busca de algún bote. No había ninguno. Decidí coger a la niña en brazos y saltar. El barco no le faltaba nada para que se hundiera. Saltamos con un trozo de madera al agua. Estaba congelada, la niña temblaba de frío y yo también. Intenté mover un poco la tabla de madera para haber si podíamos llegar a algún bote que estuviera cerca. Empecé a gritar como un loco, pero nadie respondía. La niña temblaba muchísimo. No sabía que hacer, la niña iba a morir congelada. Seguí moviendo mis pies hacia Dios sabe donde. No sabía donde estaba. Me quedé dormido y cuando me desperté ya era de día. La niña estaba al lado mío mirando hacia el horizonte. Había como montañas. ¡Era un isla! Empecé a mover los pies para mover la tabla de madera para intentar llegar a la orilla del mar. Cuando llegamos a la orilla cogí a la niña y fui a buscar algo de comer para ella. Tenía cara de tener hambre. Cuando llegamos a un supermercado la dependienta nos estaba mirando algo raro. Cuando le dije que no tenía dinero para pagarle la comida me dijo que me largara. Le conté la historia del barco y parece ser que esa niña era sobrina de la dependienta, nunca la había visto. Pensé lo que me dijo Ramón de la niña muda y me acordé de la cajita. La saqué de mi mochila y se la dí a la niña. La niña se puso muy contenta cuando vio la caja. Cogió la muñeca y la abrazó, y la pulsera se la dio a la tía. Era un regalo de su madre. Como ya la niña estaba contenta y con su familia decidí decirle a la mujer que si me prestaba un teléfono para llamar a mi mujer. Cuando la llamé se puso muy contenta de escuchar mi voz. Pensaba que había muerto, porque en las noticias dijeron que no hubo ningún superviviente.

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